Sarkozy logra aprobar la reforma de la Constitución por un solo voto
El ex ministro socialista Jack Lang evita la derrota de la derecha francesa
El Parlamento francés, compuesto por senadores y diputados, reunido en Congreso en el palacio de Versalles, adoptó ayer por un solo voto más de los necesarios los cambios introducidos en la Constitución de la V República para la reforma de las instituciones impulsada por el presidente, Nicolas Sarkozy. Un sonoro "¡Oh!" reverberó por el hemiciclo cuando el presidente de la Asamblea, el conservador Bernard Accoyer -que también votó pese a no ser la costumbre- anunció el resultado. Votaron 905 de 906 parlamentarios. Un total de 896 se pronunció por un sí o por un no (los votos en blanco no se contabilizan), por lo que la mayoría de tres quintos requerida se situaba en 538 votos. El sí obtuvo 539 y el no, 357.
Sarkozy recibía la noticia en Dublín y la saludaba como "una victoria de la democracia". El presidente obtenía así una nueva victoria en la puesta en marcha de su proyecto de reformas y podrá, tal y como deseaba, dirigirse a los diputados en Congreso, lo que hasta ahora no le estaba permitido. La izquierda votó en contra alegando que los cambios eran "maquillaje" que en todo caso reforzaban aún más los poderes del presidente.
No sólo socialistas, comunistas y verdes estaban en contra, sino que dentro de la gubernamental Unión por un Movimiento Popular (UMP) un puñado de diputados que reivindican la ortodoxia al legado del general De Gaulle habían mostrado su rechazo al texto. Las presiones del Gobierno se acentuaron la semana pasada y devolvieron a más de uno al redil de la mayoría.
Los pequeños partidos -centristas y Radicales de Izquierda- acabaron sumándose al sí. Pero, finalmente, el voto decisivo habrá sido el del ex ministro socialista Jack Lang, que formó parte del Comité Balladur que redactó la reforma, y que con su sí rompió la consigna de su partido.
La reforma era una asignatura pendiente desde que en 2000 se redujera el mandato presidencial de siete a cinco años y se hiciera coincidir las elecciones presidenciales y las legislativas. Desaparecía, de facto, la posibilidad de la llamada cohabitación entre un presidente de un color político y un Gobierno de signo opuesto, y el jefe del Estado se convertía en jefe del Ejecutivo.
El nuevo texto, sin embargo, no crea un verdadero contrapoder, aunque establece un máximo de dos mandatos consecutivos. Otorga nuevos poderes al Parlamento, que podrá gestionar parte de su agenda, que hasta ahora estaba en manos del Gobierno. Establece un estatuto de la oposición y también introduce la polémica mención a las "lenguas regionales" como patrimonio de la nación.
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