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Reportaje:

Sanidad de pago bajo el PC chino

La privatización de la salud ha empobrecido el campo y alienta el fraude en los fármacos

El primer aparato que ven muchos pacientes cuando tienen que acudir al servicio de urgencias de un hospital en China no es una máquina de rayos X, sino un cajero automático. Los centros sanitarios se niegan a aceptar a los enfermos salvo que puedan hacerse cargo de los gastos. Y antes de ser recibido por el médico, el personal de recepción exige al visitante que desembolse la cantidad correspondiente.

A la factura de la consulta viene a sumarse, cuando se acude a un centro hospitalario, la de los medicamentos. Los fármacos son una de las principales fuentes de ingreso de los hospitales, por lo que es habitual ver a los enfermos salir cargados con bolsas de plástico repletas de los productos recién adquiridos en su farmacia.

En el mercado chino la inversión en investigación y desarrollo es mínima

Pero muchos chinos no se fían, porque consideran que los doctores prescriben teniendo en cuenta su propio interés económico, no el del paciente, y no es extraño que se dirijan con la receta a la botica más cercana para comprar una alternativa más barata.

Además, se quejan, de que, como ocurre en otros países de Asia, para ser bien atendidos, tienen que dar sobres con dinero a los médicos y a su equipo.

Esta situación es consecuencia de las reformas económicas lanzadas por Deng Xiaoping a finales de 1978, que convirtieron la Sanidad, ya sea pública o privada, en un artículo de pago, regido por las leyes del mercado. Un paisaje muy diferente al que existía durante el maoísmo, cuando los llamados doctores descalzos -mitad campesinos, mitad enfermeros- recorrían el país dispensando cuidados, que, aunque básicos, eran casi universales.

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La privatización del sistema sanitario es uno de los factores que ha contribuido a la pobreza en el campo y a que en algunas regiones muy atrasadas la tasa de mortalidad haya subido desde la década de 1990. El 90% de la población rural y el 60% de la urbana no tienen cobertura sanitaria. El 40% de la población no va nunca al médico porque no puede hacer frente a la factura.

Pekín pretende cambiar esta situación, porque dice que es clave para impulsar el consumo interno, y por tanto la economía, y está introduciendo un programa de seguros médicos, que, sin embargo, exige pagos por parte de los pacientes, que muchos siguen sin poder efectuar.

Este es el caldo de cultivo en el que ha crecido la rentable industria farmacéutica, cuya producción subió a una media anual del 16,7% en valor entre 1978 y 2003.

China se ha convertido en uno de los principales fabricantes de medicamentos del mundo y uno de los mercados con mayor auge, aunque la inversión en investigación y desarrollo es mínima.

La euforia farmacéutica ha creado grietas en el sistema, con compañías que fabrican medicamentos falsos y empresarios poco escrupulosos que han sobornado a los funcionarios de la Administración Estatal de Alimentos y Medicinas para registrar sus fármacos sin necesidad de ensayos, lo que ha provocado decenas de muertes en los últimos años.

El Gobierno anunció el martes pasado que Zheng Xiaoyu, director de este organismo hasta 2005, ha sido condenado a muerte por corrupción.

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