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Octubre, el peor mes para EE UU en la guerra afgana

Los 55 soldados muertos marcan ya el mayor número de bajas desde 2001

Antonio Caño

Mientras el presidente Barack Obama continúa buscando con suspense la estrategia adecuada en Afganistán, octubre se ha convertido ya en el mes con mayor número de muertos estadounidenses en una guerra que cada día pierde sentido y parece más difícil de ganar.

Ocho soldados estadounidenses perdieron ayer la vida en dos diferentes incidentes mientras patrullaban en el sur de Afganistán. Según la descripción de los portavoces militares, fueron víctimas de un ataque con bombas "múltiple y complejo".

Sólo un día antes, otros 14 estadounidenses, entre ellos tres agentes de la DEA, murieron en dos accidentes de helicóptero. Son, por tanto, 22 bajas mortales en 48 horas, lo que eleva la cifra en lo que va de mes a 55, el récord desde el comienzo del conflicto, hace ya ocho años.

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Es todavía inferior a la marca de 137 muertos en un mes que se alcanzó en Irak en 2004, pero es la prueba inequívoca de que la situación en Afganistán, como Irak en aquel momento, va a la deriva. No sólo por el número de bajas. Todos los síntomas lo indican, empezando por la propia duración de la guerra, que supera a la Segunda Guerra Mundial, y continuando por los signos de desánimo entre los implicados. El último de ellos, la dimisión de un alto responsable civil en Afganistán, el funcionario del Departamento de Estado Matthew Hoh, después de confesar por escrito que había dejado de creer en la misión.

Todos estos elementos no parecen trastocar los planes de Obama, que ha insistido en que se tomará el tiempo que sea necesario para decidir la mejor estrategia posible para Afganistán. "No me voy a precipitar", dijo el lunes ante una unidad de marinos en Jacksonville.

Esa prudencia está siendo interpretada como indecisión por la oposición. Como principal vocal republicano en estos asuntos, el ex vicepresidente Dick Cheney ha acusado al presidente de estar poniendo en peligro a las tropas sobre el terreno al no responder positivamente a la petición del comandante de la operación, el general Stanley McChrystal, de enviar un refuerzo de al menos 40.000 soldados.

Algunos de los asesores del presidente y varias figuras influyentes en el Congreso no tienen claro que ésa sea la mejor solución. El senador John Kerry, que jugó recientemente un papel mediador esencial para convencer al presidente afgano, Hamid Karzai, de que aceptara una segunda vuelta electoral, se encuentra entre los que se oponen a McChrystal.

"El despliegue de más tropas no servirá para mejorar de forma significativa la situación si no se mejora antes en la capacidad de gobierno de las autoridades afganas", ha declarado el ex candidato presidencial demócrata.

Las elecciones del 7 de noviembre, si salen correctamente, pueden ser un buen punto de partida en esa dirección. Pero es extremadamente difícil que se puedan observar rasgos de mayor gobernabilidad en Afganistán antes de varios meses, y Obama no puede esperar tanto para anunciar su estrategia.

La Casa Blanca sostiene que una decisión de ese calibre -sin duda, la más trascendente que tomará Obama desde que es presidente- merece ser analizada con cuidado. La Administración anterior, recuerdan constantemente los portavoces oficiales, se precipitó a ir a la guerra en Irak con los resultados que todos conocen.

En el caso de Afganistán, el caos actual también es producto, en gran parte, de una desastrosa política del Gobierno de George Bush, que nunca le concedió a ese conflicto la prioridad y los recursos que se requerían para sacarlo adelante. Cuando Estados Unidos ha querido reaccionar -precisamente con un aumento de tropas decidido en marzo pasado por Obama- ha sido ya demasiado tarde: el movimiento talibán se ha reproducido, se ha avituallado y ha reconquistado su influencia entre sectores de la población.

Todo eso, unido al desgaste de Karzai y a la compleja situación en el vecino Pakistán, ha convertido Afganistán en una verdadera pesadilla para Obama. Ahora, por mucha razón que tenga, el tiempo de responsabilizar a Bush ha pasado; el presidente está obligado a elegir una estrategia que funcione y tiene que hacerlo, además, consciente de que abrirá grandes heridas con cualquier decisión que tome. La negativa a aumentar el número de tropas despertaría recelos en el estamento militar y dejaría en mala posición a McChrystal. Su aceptación, en cambio, representaría una fuerte decepción para la izquierda demócrata.

Soldados estadounidenses disparan un mortero en la provincia de Kunar, al este de Afganistán.
Soldados estadounidenses disparan un mortero en la provincia de Kunar, al este de Afganistán.AP

Recuento de bajas

- Con los de ayer, la cifra de soldados estadounidenses muertos en el mes de octubre en Afganistán se eleva a 55, y en todo 2009, a 272.

- Hasta ahora el mes más mortífero para las tropas de EE UU había sido agosto, con 51 fallecidos; 2008, con 155 muertes, era el año más sangriento.

- 2009 es con diferencia el año con mayor número de fallecidos entre los civiles y militares afganos y extranjeros desde que comenzó la intervención militar en 2001.

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