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Obama ordena el envío de unos 30.000 soldados más al frente de Afganistán

El presidente anunciará hoy la nueva estrategia en un discurso televisado

Mientras da los últimos retoques al discurso que hoy pronunciará ante los alumnos de la Academia Militar de West Point, Barack Obama ha cursado ya las órdenes para la ejecución de su nueva estrategia en Afganistán y ha informado a los principales aliados de EE UU sobre los posibles efectos de este importante giro en el curso de la guerra contra Al Qaeda.

La Casa Blanca no quiso ayer anticipar el contenido del esperado discurso televisado del presidente, pero altos funcionarios estadounidenses han admitido en las últimas horas que se producirá un significativo incremento de tropas -entre 30.000 y 35.000 soldados más- y que se establecerá con claridad el escenario previsto para el final de la presencia militar en Afganistán, quizá incluso con un calendario de retirada.

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Obama transmitió ayer personalmente sus decisiones sobre Afganistán a los principales mandos militares, entre ellos el jefe de las operaciones en ese país, general Stanley McChrystal, y a los encargados de asuntos de defensa en ambas cámaras del Congreso.

El portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, confirmó que el presidente había conversado también por teléfono con el primer ministro británico, Gordon Brown, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, y el presidente ruso, Dmitri Medvédev. Gibbs adelantó que hablaría en las primeras horas de hoy con el presidente afgano, Hamid Karzai, y con el primer ministro de Pakistán, Asif Ali Zardari, y no descartó que consultara con otros dirigentes antes de pronunciar su discurso. [La jefa de la diplomacia, Hillary Clinton, llamó el jueves a sus homólogos de algunos países con tropas en Afganistán, entre ellos España, y les explicó las líneas generales de la estrategia, informa Efe].

Obama intenta atar todos los cabos ante un acontecimiento en el que se va a comprobar su verdadera dimensión como comandante en jefe. La guerra de Afganistán no marcha en dirección a una victoria de las fuerzas aliadas. Es preciso, pues, una nueva estrategia para redefinir el conflicto, sus objetivos, los recursos a emplear y las alianzas a cultivar.

Hay muchos intereses en juego en esta importante apuesta. En primer lugar, los de los militares de EE UU, que han pedido un mínimo de 45.000 soldados más y un margen amplio de tiempo para instruir a un ejército afgano de, al menos, 400.000 hombres. Está en juego también el futuro político de Obama, que corre el riesgo de empantanarse en esta guerra como George Bush hizo en Irak. Y se ven también involucrados el Gobierno afgano, que depende de la evolución del conflicto, el de Pakistán, cuyo estabilidad está vinculada a la derrota de los talibanes, y los países de la OTAN, que van a sentir la presión para aumentar su despliegue. [EE UU ha pedido a Francia 1.500 soldados más, según Le Monde].

Dentro de EE UU, Obama no cuenta con apoyos claros para esta nueva estrategia, puesto que no ha seguido plenamente las recomendaciones de un sólo sector. El Pentágono, probablemente, considerará el refuerzo insuficiente, pese a que el número total de militares en Afganistán en 2010 superará los 100.000. Los republicanos ya han criticado por anticipado cualquier forma de fijar un límite a la presencia militar de EE UU. Los demócratas, por su parte, han dejado mayormente de creer en esa guerra y consideran que hay que ceder la responsabilidad a las autoridades afganas.

Obama tendrá que convencer también a una opinión pública que, de forma creciente, ha dejado de ver que la lucha en Afganistán contribuya a su seguridad aquí en casa.

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