La ONU confirma el aumento de la violencia extremista en Afganistán
Un informe del organismo sobre la situación del país señala que en los primeros meses de 2010 se han duplicado los ataques con explosivos
Tras una sucesión de signos negativos sobre la marcha de la guerra en Afganistán, un informe de Naciones Unidas ha venido a confirmar que las cosas no van bien en aquel país: la violencia se duplica, la criminalidad se extiende, el Gobierno es incapaz de imponer su autoridad y el extremismo islámico demuestra cada día una renovada vitalidad.
"Los datos prueban una creciente capacidad de parte de las redes terroristas locales ligadas a Al Qaeda", concluye el informe de la ONU sobre la evolución de los acontecimientos en los cuatro primeros meses de este año. El número de artefactos explosivos utilizados por los talibanes y sus aliados ha crecido más de un 95%, mientras que la cantidad de ciudades bajo control insurgente aumenta cerca de un 50%. No hay semana en la que los radicales no amplíen su dominio sobre cuatro o cinco poblaciones más, especialmente en el sur y el sureste del país.
Este informe ha decepcionado pero no ha sorprendido en Washington, donde el esfuerzo de la Administración de Barack Obama por destacar los aspectos más positivos de la situación solo sirve para confirmar que la evolución no es la que se esperaba y que va a resultar muy difícil cumplir con el plazo de julio de 2011 marcado para el comienzo de la retirada.
"Se están produciendo progresos, pero todos sabíamos que iba a ser difícil", manifestó el viernes la secretaria de Estado, Hillary Clinton, al evaluar el punto en el que se encuentra el conflicto. A lo largo de la semana, varios altos funcionarios del Pentágono, entre ellos el jefe militar en la región de Oriente Próximo, general David Petraeus, habían insistido en que, desde el punto de vista militar, se están cumpliendo los planes previstos y no hay razón para el pesimismo.
El posible retraso de la operación para el control de Kandahar, la mayor ciudad del país de influencia talibán, no es, según ha explicado el jefe militar de la OTAN en Afganistán, general Stanley McChrystal, una muestra de debilidad sino una estrategia. "No se trata de hacerlo rápido sino de hacerlo bien", afirmó.
La toma de Kandahar debía ser la culminación de una ofensiva iniciada en la primavera en la ciudad de Marja para extender el poder del Gobierno central hasta todos los rincones del país. Pero desde entonces las noticias negativas se han ido acumulando. Las fuerzas de la OTAN no consiguen asegurar sus posiciones en Marja, donde se mantiene el hostigamiento de parte de los talibanes sin que los gobernantes enviados desde Kabul hayan podido aún establecer su autoridad.
Al mismo tiempo, la fractura entre el presidente afgano, Hamid Karzai, y Estados Unidos se ha agudizado. Pese a la visita que Obama hizo a Kabul y la que, posteriormente, realizó Karzai a Washington, la relación entre ambos sigue sin ser fluida. Día tras día se filtran confidencias sobre la pérdida de fe por parte de Karzai en la misión de la OTAN y su disposición a pactar con los talibanes. Obama, a su vez, desconfía de su supuesto aliado y ve como el tiempo se le acaba para llegar a la próxima cumbre de la OTAN, en noviembre, con argumentos suficientes para que esa organización certifique con tropas su compromiso en el conflicto.
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