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Entrevista:JACQUES-ÉDOUARD ALEXIS | Primer ministro haitiano

"Haití no es un Estado fallido"

Jacques-Édouard Alexis, primer ministro de Haití, quiere romper la imagen de fracaso que acompaña a la república caribeña. Ante las 90 delegaciones de Estados y organismos donantes que ayer se reunieron en Madrid, Alexis, ingeniero agrónomo de 59 años, ha dejado claro que el país más pobre de América "ha empezado a hacer sus deberes" con la puesta en marcha de un plan de buen gobierno.

"No somos un Estado fallido", asegura. "Las elecciones del pasado febrero [que auparon al izquierdista René Préval a la presidencia] demostraron que la esperanza todavía está viva". Designado primer ministro el pasado junio, Alexis cree que los esfuerzos de estos seis meses comienzan a dar frutos. "La situación empieza a estabilizarse. Ya tenemos instituciones, el Parlamento funciona, el Gobierno está manos a la obra. Los retos son enormes. Hay que poner en orden la Administración, pero también mejorar la situación de la gente".

"Buscamos un apoyo presupuestario, para tener el control de la política de desarrollo"
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Los donantes han examinado el cumplimiento de sus compromisos: la entrega de 570 millones de euros hasta finales de 2007, que se suman a otros 760 millones comprometidos para estos dos últimos años. "Lo que se ha anunciado está muy por debajo de las necesidades del país. Pero para nosotros lo primordial no es la cantidad, sino el mecanismo de entrega de esa ayuda". Y ésta ha sido una de las peticiones que el primer ministro haitiano ha traído a Madrid: que el Gobierno pueda tomar las riendas de la ayuda recibida. "Hasta ahora, lo esencial de las donaciones llegaba a través de proyectos de las ONG. Lo que buscamos es un apoyo presupuestario, para que podamos tener el control de la política de desarrollo. La comunidad internacional debe entender que la ayuda tiene que estar vinculada a las prioridades definidas por el Gobierno". Y las prioridades... son todas. "La primera es la reforma del Estado para lograr la gobernabilidad política, administrativa y económica. Se trata de conseguir que las instituciones (policía, justicia o grandes ministerios) mejoren su capacidad de intervención sobre el terreno, pero también su capacidad de absorción de esa ayuda. Nuestra segunda gran prioridad es la creación de condiciones favorables al florecimiento de las empresas privadas y los empleos".

La agricultura, el turismo, la industria manufacturera y la tecnología de la información, apuntaladas por la proximidad a EE UU, son las cuatro grandes áreas perfiladas por el Gobierno, que quiere "insertar a Haití en la globalización".

Una de las grandes barreras es la corrupción. En su último informe, Transparencia Internacional ubica a Haití como el país más corrupto del mundo. El Gobierno, dice Alexis, ha iniciado una lucha sin cuartel contra a esa lacra. "Hemos establecido la declaración de patrimonio para los altos funcionarios, la transparencia del gasto público, que va a ser publicado en Internet, y los concursos para adquirir bienes y servicios. Estamos impulsando instituciones como Unidad de Lucha contra la Corrupción o el Tribunal de Cuentas, que estaba en letargo. El informe de Transparencia, hecho a partir de 'percepciones', concierne al Gobierno anterior. Haití acaba de recibir la certificación del FMI y del Banco Mundial, que respaldan la buena gestión actual. Esa clase de declaraciones hay que hacerlas con mucha prudencia, porque dañan a un país como el nuestro, que se afana por salir de una situación difícil".

Frente a la otra gran barrera, la criminalidad, Alexis esgrime una nueva reforma policial ("que correrá más suerte que tentativas anteriores") y la creación de una gendarmería y de un servicio de inteligencia. Haití, dice su primer ministro, vive un momento decisivo para salir del círculo vicioso de violencia, corrupción y miseria. "La situación puede cambiar, y está cambiando".

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