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LA POSGUERRA DE IRAK
Columna
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Estados viables y resignaciones suicidas

La cadena de explosiones de coches bomba en Bagdad ayer, que se suma al ataque al hotel Al Rashid del día anterior, en el que para mayor gloria de los atacantes se alojaba el número dos del Departamento de Estado, Paul Wolfowitz, parece ya haber confirmado a las conmovidas percepciones mediáticas en Occidente que nos hallamos ante la apertura de la contraofensiva de lo que llaman con cierto tono épico la "resistencia iraquí". Los ataques terroristas de ayer son, sin duda, de enorme gravedad y sí son un indicio serio de que en la ciudad se mueven grupos con un mando centralizado.

El hecho de que estén compuestos hoy sobre todo por voluntarios fanatizados no iraquíes o mayoritariamente por cuadros del antiguo aparato de seguridad de Sadam Husein no cambia nada. Las órdenes que tenían los grupos especiales iraquíes en caso de invasión -destrucción, huida, reagrupación y terrorismo- se han cumplido al pie de la letra, lo que no deja en buen lugar a las fuerzas de información y contrainsurgencia norteamericanas que estaban advertidas sobre estos planes desde un principio.

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El objetivo de estos ataques no es tan sólo la generación masiva de inseguridad entre la población y las fuerzas militares y civiles extranjeras. Es, sobre todo, la imposición paulatina a todos ellos -y a la comunidad internacional- de la convicción de que Irak es un país inviable sin el Estado que lo dominaba antes de la guerra y de que todos los intentos de hacerlo viable por otros criterios y métodos están abocados al fracaso. No se trata, por tanto, por diversas, fanáticas y disparatadas que sean las convicciones de quienes cometen los atentados, de ningún proyecto para Irak, sino del mismo nihilismo que tan bien explicó en su día André Glücksmann en su libro sobre el ataque a las Torres Gemelas. Se trata por ello de terrorismo en su estado más puro que quiere castigar con el derramamiento de sangre, indiscriminado o no, unas situaciones, pero sobre todo conceptos, que se odian pero a las que no se presenta otra alternativa que la destrucción y la muerte.

Inviables son hoy decenas de Estados, como muy bien explica Oswaldo de Rivero, embajador de Perú en las Naciones Unidas en su nuevo libro que lleva precisamente ese título (Los Estados inviables, Editorial Catarata y Universidad Complutense). Lo son por muchas razones, pero sobre todo porque, en las descolonizaciones diversas, "la euforia emancipatoria propulsada por el nacionalismo tribal y el Kaláshnikov ha terminado en procesos catastróficos de subdesarrollo e inviabilidad nacional. La ilusión por el Leviatán propio prevaleció incontestada sobre la posibilidad real de comunidades humanas para organizarse como Estados viables".

Hoy hemos llegado a un punto en que los Estados inviables son una amenaza no sólo para sí mismos, sino para quienes sí consiguieron organizarse en un sistema de orden, bienestar y prosperidad. Los leviatanes de pueblos y religiones despiertan por doquier siempre cargados de ira por sus propios fracasos.

En el caso de Irak, se puede o no estar de acuerdo con la intervención misma o su oportunidad. Pero hoy hay que estar muy ciego para no ver que la victoria de la viabilidad para este Estado es condición inexcusable para la seguridad del mundo, para la credibilidad de las democracias y para proseguir en los esfuerzos por sacar a tantos Estados fracasados de los callejones sin salida de su historia y su desarrollo.

Son muchas las fuerzas que se nutren en sus violentas vocaciones y mitos del fracaso y de determinismos históricos que bloquean todas las posibilidades de poblaciones e individuos a emprender un camino de desarrollo y prosperidad.

El esfuerzo por buscar viabilidad para Irak y toda la región se enfrenta por ello a fuerzas que no resisten si no se manifiestan con su único discurso que es el terrorismo. Por eso, ante las tragedias en Irak, pueden ser discutibles todas las medidas políticas, económicas o militares, pero nunca puede considerarse la posibilidad de dar un paso atrás ante hechos como los habidos ayer en Bagdad, por grandes que sean los costos que la perseverancia nos ha de exigir.

Son los zarpazos, sin duda no los últimos, por desgracia, de un monstruo con el que el armisticio es imposible para las sociedades libres si quieren seguir siéndolo a medio plazo. Irak tiene que llegar a ser viable como lo tiene que ser y pronto el nuevo Estado de Palestina. Todos los que obstaculizan que así sea deben saber que los sabotajes y las obstaculizaciones no nos harán cejar en el empeño. Porque somos conscientes de que si no son ellos viables, pronto podría ser que no lo fuéramos nadie.

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