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Relaciones Perú-Chile

Estados Unidos alaba el tacto de Chile en sus enfrentamientos con Perú

Los papeles de Wikileaks revelan cómo la superpotencia saca provecho de la carrera militar entre sus dos aliados

A Estados Unidos le interesa llevarse bien con Chile y Perú, dos de sus socios más fieles en América Latina. Pero ambas naciones mantienen antiguas disputas fronterizas. Y eso ha obligado a la superpotencia a emplear sus mejores recursos en el arte de la diplomacia aunque... sin renunciar a los beneficios que le reportan a sus arcas la carrera armamentística de sus dos aliados. Los papeles de Wikileaks reflejan a la perfección cómo Estados Unidos sabe bailar en el alambre, firmando contratos de venta de armas a Chile con una mano mientras con la otra apacigua los resquemores de Perú.

Uno de los momentos más críticos entre los dos países sobrevino en noviembre de 2009, con el llamado escándalo de los espías. El embajador en Lima, Michael McKinley, informó a Washington de que las autoridades peruanas habían detenido al militar Víctor Ariza Mendoza acusado de espiar para Chile. A raíz de aquel incidente, el presidente peruano, Alan García, acusó a Chile de ser una "república bananera" que envidiaba el crecimiento económico de Perú. El embajador resaltó que la noticia del supuesto espía se hizo pública dos semanas después de la detención del militar, coincidiendo curiosamente con el día en que la prensa chilena anunciaba que Chile compraría misiles y radares a Estados Unidos por valor de 665 millones de dólares. Con el escándalo del espionaje quedaba, de momento, oscurecida la noticia de la compra de armas . McKinley informaba de que algunas fuentes creían que con esa maniobra Perú intentaba que Chile diese marcha atrás en la compra de armas.

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Al día siguiente, el embajador estadounidense en Santiago de Chile, Paul Simons, alababa en otro telegrama la manera atemperada con la que Chile manejaba el conflicto . "Nos parece que el Gobierno ha actuado con eficacia para calmar cualquier posible controversia en relación a las compras de armas y ha respondido a los duros comentarios de Lima con mesura, sin añadir leña al fuego". Cinco días después, el 23 de noviembre de 2009, Simons insistía: la reacción "moderada" del Gobierno había provocado un extenso apoyo en el país en un momento delicado para Chile, ya que el llamado "conflicto de los espías" surgió antes de las elecciones presidenciales y parlamentarias del 13 de diciembre de 2009. Pero los chilenos respaldaron a su Gobierno y pensaron, según recogía el cable, que la crisis entre los dos países la había desatado la oposición en Perú para desgastar al presidente Alán García.

Dos días más tarde, el 25 de noviembre de 2009 el embajador estadounidense en Lima, Michael McKinley, recordaba que Perú se había convertido en un socio "fiable" , un "buen amigo", bajo la presidencia de Alan García. Estados Unidos intentaba esmerarse en el arte de nadar entre dos aguas. Y su embajador en Lima puso sus mejores empeños en convencer a Perú de que el enemigo no era Chile, sino el terrorismo de Sendero Luminoso y el narcotráfico. Lo que traducido al lenguaje diplomático de Michael McKinley significaba que McKinley estaba tratando de "reorientar" la defensa de Perú: en vez de enfocarla contra Chile, dirigirla hacia las "amenazas internas" que, al mismo tiempo, eran las amenazas más preocupantes para Estados Unidos. Pero los propósitos de McKinley no impidieron que en 2008 Perú llevase ante la Haya su disputa sobre la frontera marítima con Chile. Los dos países vecinos miraban con recelo cada contrato de armamento que cerraba el otro. El presidente peruano trató de impedir la carrera de armas en la región promoviendo un pacto de no agresión. Mientras Alan García se esmeraba en su política de desarme llegó la noticia de que Chile quería comprar armas a Estados Unidos. El embajador advertía de que todo el mundo en Perú pensaba que Estados Unidos estaba inclinando la balanza militar a favor de Chile. McKinley usó una vez más sus mejores habilidades diplomáticas cuando el general Douglas M. Fraser visitó Perú. Le recomendó que la palabra clave que debería usar era "apoyar". Prestar apoyo a Perú en la lucha contra Sendero Luminoso, contra el tráfico de drogas... y ayudarles a reemplazar su "moribunda flota de helicópteros", facilitando satélites, detectores de minas... Pero eso no iba a impedir, prevenía el embajador, que los militares peruanos le recordaran al general estadounidense de forma constante en sus entrevistas que la balanza se estaba inclinando a favor de Chile.

Todos contentos, todos en guardia

Si Estados Unidos favorecía a Chile, los peruanos no se iban a quedar de brazos cruzados. Un mes después de que estallase el conflicto de los espías, el 15 de diciembre de 2009, el embajador en Lima se mostraba sorprendido por el hecho de que el hasta entonces abanderado de la iniciativa regional de paz y desarme, Alan García, anunciase la compra de entre 80 y 120 tanques a China . El embajador pensaba que la decisión obedecía a las presiones internas ante lo que se percibía como una "provocación" por parte de Chile. La oposición peruana se preguntaba si los tanques chinos podrían combatir con los Leopard chilenos o si la compra obedecía a simples motivos de corrupción. "Pero pocos preguntan si los tanques tienen un valor práctico en Perú (un país formado en su mayor parte por selvas y montañas), cuando sólo comparte 124 kilómetros con Chile, y sólo una pequeña frontera plana con Ecuador", escribió Michael McKinley. El embajador se sorprendía de que esas compras, junto a otras previstas con Brasil, no aparecieran en las discusiones estratégicas que mantuvo el General Douglas Fraser con su homólogo peruano el 3 de diciembre, menos de dos semanas antes.

Estados Unidos supo nadar entre dos aguas, Chile supo mantener la calma y los peruanos supieron decirle a Estados Unidos que China también podía ser un socio a tener en cuenta. Todos contentos. Y todos en guardia.

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La expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, y su homólogo peruano, Alan García, en una imagen de archivo de 2007.
La expresidenta de Chile, Michelle Bachelet, y su homólogo peruano, Alan García, en una imagen de archivo de 2007.EFE

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