EE UU y México prometen cooperar contra el 'narco' sin concretar medidas
Obama alaba el "coraje" de su homólogo en el combate al crimen organizado
Sin medidas concretas que permitan confiar en su cumplimiento, Barack Obama y Felipe Calderón asumieron ayer el compromiso de poner fin juntos a la carnicería salvaje que los carteles de las drogas están cometiendo en México y amenazan con extender a Estados Unidos. "Tenemos que convertir la frontera común en una tierra de oportunidades y no de violencia", declaró el presidente mexicano, que se va de Washington sin resultados tangibles que permitan creer en la viabilidad de ese sueño.
Los acuerdos se limitaron al anuncio de una solución para el largo conflicto por el tráfico de camiones de transporte mexicanos a través de la frontera. No es en problema menor entre dos países de gran intercambio comercial. Es un asunto que había provocado fuertes críticas de los sindicatos estadounidenses y que había ralentizado las negociaciones de otras materias de mayor trascendencia.
El presidente estadounidense dice que su país acepta su parte de culpa
Fuera de eso, el resto fueron manifestaciones de buena voluntad. "Calderón ha demostrado un extraordinario coraje en la lucha contra el narcotráfico y tiene un completo aliado en Estados Unidos", dijo Obama. "Vamos a redoblar los esfuerzos para conseguir la seguridad que nuestros pueblos merecen", afirmó Calderón.
Es el mero reconocimiento de una realidad alarmante. El riesgo de inestabilidad mundial no se limita al mundo árabe. En la frontera sur de Estados Unidos se ha ido agravando un conflicto con serias repercusiones sobre este país. La principal diferencia entre ambos es que este es mucho más sangriento: se ha cobrado la vida de 35.000 personas desde que Calderón asumió la presidencia en 2006, casi 15.000 el año pasado. Pero tienen también un punto de coincidencia: la responsabilidad compartida de Estados Unidos. Obama dijo ayer que su país aceptaba su parte de culpa.
Esa corresponsabilidad se hace hoy más visible que nunca. Esta visita se ha producido tres semanas después de que, por primera vez desde el comienzo de la guerra contra los narcos, un agente federal estadounidense, Jaime Zapata, fuera asesinado en territorio mexicano por los carteles de las drogas, lo que desató una ola de indignación, mezclada con buenas dosis de demagogia antimexicana, en las ciudades fronterizas.
Los investigadores demostraron después que Zapata había sido víctima del disparo de una pistola comprada poco antes en Tejas. Las autoridades mexicanas se han incautado en los últimos cuatro años de más de 60.000 armas compradas en EE UU. Es obvio que los carteles se nutren de la permisividad de la legislación estadounidense respecto a las armas de fuego, que les da acceso prácticamente ilimitado a los más sofisticados fusiles de asalto.
La otra fuente de crecimiento de las organizaciones mafiosas mexicanas es la voracidad de los consumidores de drogas dentro de Estados Unidos. Según cálculos oficiales del Gobierno norteamericano, los carteles obtienen cada año alrededor de 30.000 millones de dólares de la venta de sus productos en este país. Obama dijo que se está combatiendo ese aspecto con "educación, prevención y tratamiento". Ninguna de esas circunstancias puede negar la responsabilidad exclusiva del Gobierno mexicano de imponer la ley y proteger a sus ciudadanos dentro de su territorio nacional. Pero dejan claro que eso no podrá conseguirse sin una acción concertada entre dos países que comparten tan complicada frontera.
No será fácil. Pese a otras promesas anteriores de colaboración, pocos progresos se han conseguido. Desde que la llamada Iniciativa Mérida, el más completo proyecto conjunto, fue aprobada hace cuatro años, EE UU ha gastado más 1.400 millones de dólares en proyectos de cooperación con México sin que los resultados sean los esperados. Los recelos históricos y las pequeñeces de las políticas locales contribuyen a hacer más difícil la cooperación bilateral. México sigue siendo uno de los países más antiamericanos del mundo. Una reciente encuesta de la cadena BBC lo situaba, con un 50% de rechazo a Estados Unidos, entre los más hostiles, más que China y los países árabes y solo por detrás de Pakistán y Turquía.
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