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Cameron se sitúa como favorito para Downing Street

La aplastante victoria 'tory' en las municipales aúpa al líder conservadorfrente a un alicaído Gordon Brown

La política británica ha vivido esta semana un terremoto que algunos comparan con la llegada de Margaret Thatcher al poder en 1979 o con la revolución que supuso la llegada de Tony Blair al liderazgo del Partido Laborista en 1994. La aplastante victoria conservadora en las elecciones municipales de Inglaterra y Gales y la alcaldía de Londres ha colocado a su líder, David Cameron, como favorito para ganar las próximas elecciones generales y acabar con 11 años de dominio del nuevo laborismo.

Por muy mal que lo haya hecho Brown, los problemas son más profundos

Muchos analistas comparaban ayer la derrota del primer ministro, Gordon Brown, con la que sufrió John Major en las municipales de 1995, que se concretaría dos años después con el triunfo de Blair y el final de 18 años de reinado tory. Pero aunque los resultados del jueves destilan aromas de cambio de tercio, para que eso se confirme los conservadores han de convertirse ellos en objeto de deseo de los electores, más que aprovecharse del rechazo que los votantes sienten en estos momentos por Brown y el Partido Laborista.

Si Cameron no consigue eso, el momento Major al que se refieren los comentaristas políticos británicos podría acabar tomando como referencia no la derrota del ex primer ministro conservador en las municipales de 1995, sino su inesperada victoria en las generales de 1992, cuando todo indicaba que ganarían los laboristas. Entonces, como ahora los tories, los laboristas estaban liderados por un renovador, Neil Kinnock, que había arrancado a su partido de un izquierdismo trasnochado que le impedía convertirse en un partido electoralmente competitivo. Entonces, como ahora, el Gobierno estaba desgastado por una larga etapa de poder y liderado por un nuevo primer ministro: Major como sucesor de Thatcher en el caso conservador, Brown como heredero de Blair en el laborista.

Que las elecciones del jueves deriven en un cambio de etapa o en una prolongación del viejo régimen depende más de los aspirantes a gobernar que de los que batallan por seguir en el Gobierno. Por mucho que cambie Gordon Brown en los próximos meses, la iniciativa la tiene ahora David Cameron. Pero también los mayores riesgos. Cameron va a centrar ahora la atención de la caníbal tribu de corresponsales políticos de Westminster. Hasta ahora se han fijado en sus maneras, su proyecto, su potencial alternativa. A partir de ahora van a analizar con lupa las políticas con las que aspira a gobernar. Es la hora de sustituir la imagen por la sustancia.

Cuenta con la ventaja de que los resultados del jueves señalan que el triunfo tory no se debió sólo al desencanto de los británicos con el laborismo, sino a las ganas de cambio y a que los votantes empiezan a creer otra vez en el Partido Conservador. Los tories han entrado con fuerza en el norte de Inglaterra -aunque siguen fuera de los grandes núcleos urbanos- y tienen en Londres una fuerza nunca vista desde los años sesenta.

El mapa electoral municipal de Inglaterra y Gales, hace 10 años teñido de rojo laborista en Gales y el oeste y el norte de Inglaterra, y más mixto en el suroeste y el sureste, es ahora una marea azul. Los conservadores dominan 219 municipios, frente a 49 los laboristas, 46 los liberales-demócratas, 12 otros partidos y 152 sin mayoría de ningún partido. Tienen 9.113 concejales, casi el doble que el laborismo y más del doble que los liberales.

Su victoria en Londres ha sido más clara de lo esperado y tiene una proyección enorme, en el país y en el extranjero. Es también un arma de doble filo: Boris Johnson, el nuevo alcalde, es un político atípico y rebelde que puede poner en aprietos al partido si su mandato no se ajusta a la disciplina que ha demostrado durante la campaña. La forma en que los tories gobiernen Londres puede convertirles otra vez en un partido capaz de gobernar el país o en todo lo contrario.

Los laboristas están ahora contracorriente. Hasta ahora parece que han controlado los impulsos autodestructivos y no se palpa apetito para descabezar a Gordon Brown. En gran parte porque, por muy mal que lo haya hecho en sus 10 meses al frente del Gobierno, los problemas son más profundos. El nuevo laborismo parece desgastado y sin iniciativas de futuro, pero no está claro que un cambio de líder pueda remediar eso a estas alturas, tras 11 años de desgaste ejerciendo el poder.

Con las encuestas en contra y en plena crisis económica, los potenciales sucesores parecen más tentados por dejar que sea Brown quien pierda las próximas elecciones o hacer el traspaso de poderes a mitad de la próxima legislatura si las gana.

No es imposible que las gane. Tiene dos años por delante en los que probablemente se concentre en la economía, su punto fuerte en teoría, y en convencer a su electorado natural de que vale la pena seguir confiando en los laboristas pese a los desencuentros de los últimos meses.

Brown tiene ahora cinco meses, hasta el congreso de otoño, para aclarar qué quiere hacer su Gobierno. "Hay una falta de claridad sobre lo que queremos hacer. Attlee quería crear el Estado de bienestar; Thatcher, privatizar el Estado; Blair, modernizar las infraestructuras y la Constitución", recordaba ayer un estratega laborista en The Guardian. Pero los británicos aún no saben qué quiere Brown.

David Cameron (izquierda) y Gordon Brown, durante un acto público en Londres en noviembre de 2007.
David Cameron (izquierda) y Gordon Brown, durante un acto público en Londres en noviembre de 2007.REUTERS
Pierde la alcaldía de Londres a manos de los TorysVídeo: ATLAS

Johnson ya es alcalde de Londres

Boris Johnson es desde la pasada medianoche el nuevo alcalde de Londres. Ayer, tras firmar el acta de aceptación del cargo, reiteró que la lucha contra el crimen, tanto de alta como de baja intensidad, será la prioridad de su mandato. Una vez atribuidos los llamados votos de segunda preferencia, Johnson consiguió 1.168.738 votos (53,2%), superando limpiamente los 1.028.966 (46,8%) del alcalde saliente, el laborista Ken Livingstone.

Nada más ser elegido, la medianoche del viernes al sábado, el nuevo alcalde llamó a aparcar las diferencias ideológicas de la campaña y se comprometió a gobernar para todos los londinenses. Tuvo palabras cariñosas para su rival: "Creo que ha sido usted un considerable servidor público y un distinguido líder de esta ciudad. Ha dado usted forma al cargo de alcalde. Le dio nivel internacional y cuando Londres fue objetivo del terrorismo el 7 de julio de 2005 habló en nombre de Londres".

Ken Livingstone, al borde de las lágrimas en su primera derrota electoral en 40 años, se hizo a sí mismo responsable del resultado y exculpó específicamente al primer ministro Gordon Brown, para alivio de los dirigentes del Partido Laborista.

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