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Columna
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Cal y arena desde Turquía

En medio del ajetreo generalizado y de los reposicionamientos estratégicos a los que venimos asistiendo desde la elección de Barack Obama, no conviene perder de vista lo que está sucediendo en Turquía, país candidato a la entrada en la UE. A su paso por París con ocasión de los eventos que Francia le está dedicando a su país -hasta hemos podido ver la torre Eiffel engalanada de rojo y blanco, los colores de su bandera-, el presidente turco, Abdulá Gül, no pudo sino lamentar la persistente oposición gala a la adhesión. Esta oposición es de hecho una postura francoalemana, Sarkozy-Merkel; lo que no impide ni a Francia ni a Alemania, aunque sin duda de forma menos convincente que antes, seguir incitando a Turquía a evolucionar, a impulsar reformas, para preparar mejor una perspectiva que sigue reivindicando.

Estamos asistiendo a un alejamiento progresivo de Turquía respecto a Israel, y tal vez a algo más

En este contexto, Turquía también ha dado una de cal y otra de arena.

La de cal es el acuerdo histórico que acaban de firmar en Suiza los ministros de Exteriores armenio y turco. En efecto, el recuerdo del siniestro año de 1915, el del genocidio armenio a manos de las fuerzas otomanas, era pura ponzoña. Por lo tanto, hay que acoger esta reconciliación, que aún debe ser ratificada por los dos parlamentos, como lo que es: un acto histórico. Y al César lo que es del César: el mérito es de Hillary Clinton; la secretaria de Estado consiguió -gracias a una negociación de última hora con Edward Nalbandian, el ministro armenio, en el coche que les conducía a la Universidad de Zúrich-, que el acuerdo, tan larga y pacientemente negociado, fuese firmado. Sin embargo, no todo está resuelto entre los dos países, pues el primer ministro turco, Erdogan, sigue pidiendo a Armenia que cese en sus reivindicaciones sobre los territorios del Alto Karabaj. Esta reconciliación reviste además un aspecto estratégico, pues es susceptible de garantizar la seguridad de las vías de aprovisionamiento energético de toda Europa.

La de arena consiste también en un viraje estratégico por parte de Turquía, pero en el otro sentido, pues tiende cada vez más a convertirse en un enemigo de Israel. Aún no hemos llegado a tanto, pero el último incidente da que pensar. En estos días, la OTAN tenía previstas unas maniobras con la participación de Israel. Turquía acaba de prohibirlas. Oficialmente, los responsables turcos hablan de una cuestión de organización y los de la OTAN de unas maniobras limitadas. En realidad, las maniobras, bautizadas Águila de Anatolia, que hubieran debido comenzar ayer, 12 de octubre, en los confines de Siria, Irán e Irak, son un gesto político relevante. No cabe por menos que recordar el incidente provocado en Davos por el primer ministro turco Erdogan, que increpó al presidente israelí, Simon Peres. "¿Cómo podemos aceptar que unos aviones que han bombardeado Gaza sobrevuelen nuestro territorio?", se pregunta un diario turco que expresa mejor que nadie la nueva política de Ankara con respecto a Israel.

Se trata de un cambio importante, pues prácticamente desde su nacimiento, el Estado de Israel se ha apoyado en su alianza de hierro con Turquía. Pero es cierto que este país era, hasta estos últimos años, un Estado laico y que ahora lo gobierna un partido que se autoproclama islamista. Del mismo modo, Turquía siempre fue un elemento esencial para Estados Unidos en la OTAN, lo que se tradujo en una fuerte presión norteamericana sobre los europeos para que aceptasen la entrada en la UE de este valioso aliado. Ahora bien, hoy estamos asistiendo a un alejamiento progresivo de Turquía respecto a Israel, y tal vez a algo más. Hay que recordar que el primer incidente fue la negativa turca a conceder autorización para sobrevolar su espacio aéreo a dos aviones estadounidenses que iban a bombardear Irak.

Pero, sobre todo, este estado de cosas viene acompañado de un acercamiento de Erdogan hacia Irán. Y, hasta el presente, todos los intentos de Israel de enviar mensajes conciliadores a Turquía han sido en vano. Si este divorcio con Israel se confirma al mismo tiempo que el acercamiento a Irán, estaríamos, con toda certeza, ante un cambio fundamental en el equilibrio geoestratégico de la región. Y todo ello llega en el peor momento: desde Londres, Hillary Clinton acaba de recordar a Irán que los países que ven con preocupación el supuesto armamento nuclear de Teherán no esperarán "indefinidamente" las pruebas de su buena voluntad. Por otra parte, ni que decir tiene que, al revés que la reconciliación con Armenia, todos estos acontecimientos no parecen propicios a facilitar la lenta marcha de Turquía hacia la UE.

Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

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