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Cambio de plan electoral en el PSOE

Una estrategia para el final de etapa

José Blanco se enfrenta al reto de rediseñar contra reloj una campaña para ganar hasta en los mayores feudos del PP con Zapatero por primera vez como rémora

Javier Casqueiro

El reto es mayor que nunca. Es la primera vez que José Blanco trabajará para el líder, su amigo además, como su responsable de campaña, con muchos en el partido poniendo en duda la aportación del verdadero rédito electoral de José Luis Rodríguez Zapatero. Con un Gobierno y un partido desorientados, con las encuestas por los suelos y con el histórico granero de votos en Andalucía en proceso de descomposición tras 30 años de gestión hegemónica y ahora golpeado al menos por unas masivas irregularidades (el caso ERE) que no cesan. Y con la agobiante sensación de final de etapa que se está viviendo en el enredo sin fin de la sucesión.

La preocupación en el PSOE ante lo que está suponiendo la incertidumbre sobre el futuro de Zapatero es evidente. No hay división, ni broncas ni grandes indisciplinas internas, porque el partido está muy controlado: otra virtud que se achaca o se critica de Blanco. Pero el asunto del candidato para las generales de 2012 sigue sin resolverse y esa indefinición no reporta ningún beneficio, según diversos dirigentes. "Algunos barones pueden cometer la grave equivocación de pensar que distanciarse ahora del líder les puede reportar más votos pero matar ahora al padre no le a va a quitar a nadie el estigma de bajo qué marca se presentan", concluye un miembro de la cúpula.

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Desde que el propio Zapatero abrió oficialmente el melón de su sucesión, al admitir informalmente en la copa de Navidad de La Moncloa que ya había tomado una decisión y que se la había comentado a su mujer y a otro dirigente del PSOE, esa incógnita está marcando su agenda. Pero con pocos momentos tan álgidos como el de esta semana.

Comenzó el sábado de la semana pasada con un comité federal para aprobar las listas de los ayuntamientos que resultó vacío de contenido. En el que se improvisó un discurso del líder que duró 14 minutos, con el mandato lógico de "salir a ganar". Un comité en el que se cometió un fallo democrático interno, del que se ha tomado nota y que no volverá repetirse: decenas de listas no terminaban de llegar en la madrugada del viernes a Ferraz y se optó por meterlas todas a última hora en un pen drive (un lápiz electrónico) para dárselo a la mañana siguiente a los participantes, sin reparar en que tendrían que ratificar las candidaturas sin leerlas, por asentimiento, porque no todos viajan a Madrid con ordenador portátil.

En la cultura del PSOE, en su tradición, ese despiste organizativo es una señal pésima, que varios dirigentes históricos han hecho llegar discretamente al partido. Es verdad que las listas siempre llegan a Ferraz ratificadas por los órganos locales, pero a los asistentes al comité federal les gusta pensar que con los 500 folios en sus manos pueden enterarse mejor de quién sigue y quién se cae en cada federación.

En ese comité ya se observó la imagen sonriente en la última fila del escenario de los ministros Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón intercambiado confidencias y bromas. Entre los asistentes, algunos se relamían de rumores y chismes. Todos les miran ya como los dos principales competidores de una carrera aún no convocada, sin determinar la línea de salida pero sí la de llegada. Pero Rubalcaba lo único que participaba a su compañera eran comentarios jocosos sobre los dolores y fiebres que le provocaba una enfermedad que le tenía inquieto hace meses. Se lo había comentado incluso a rivales del PP. Creía que podía padecer un problema grave de próstata. El jueves anterior se le había practicado una biopsia que le había reportado resultados tranquilizadores. Pero también una infección, dolor y fiebre. Decidió ingresar en el hospital Gregorio Marañón.

La fiebre se complicó, y Rubalcaba tuvo que pasar este pasado lunes por la UCI, cuando algunos medios ya habían puesto en juego sus peores artes contra el vicepresidente, en claro contraste con el exquisito comportamiento que se dispensó muy pocos días antes a la enfermedad de la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre.

Esa misma noche del lunes, casi a la hora en la que se conocía el parte médico del vicepresidente, tras varias conversaciones discrepantes entre los responsables médicos y políticos de la Comunidad y de La Moncloa, se reunió en Ferraz José Blanco con el comité electoral del PSOE por videoconferencia con los comités regionales. Fue ahí donde se les anticipó lo que al día siguiente sería la bomba informativa de la semana: el PSOE se replantea toda su campaña para el 22-M.

Esta decisión se acuerda ese lunes en los maitines de La Moncloa ante el propio presidente; no se aprovecha el comité federal, el principal órgano de gobierno entre congresos, para comunicarla el sábado. Ni se cuenta tras la ejecutiva del lunes. Se filtra en la noche del martes. En la madrugada del miércoles, ya en plena conmoción política, Blanco coincide en un restaurante madrileño con varios cenáculos de periodistas y políticos. Está que trina. Sobre todo con los medios que sólo inciden en sus crisis internas. A la mañana siguiente, en el Congreso de los Diputados, hasta los parlamentarios de la oposición hacen porras de candidatos para suceder a Zapatero. Y José Bono, siempre dispuesto, busca y encuentra el paseo para la foto especulativa con el presidente, que se deja.

José Blanco ha sido siempre el responsable de campaña de Zapatero. Ahora el vicesecretario general se enfrenta a lo que parece un encargo imposible. Reprogramar y rediseñar en apenas unos días la precampaña y la campaña electoral de las elecciones municipales y autonómicas del 22 de mayo, cambiar mítines, actos y recorridos, con el objetivo declarado de ir a ganar en todos lados, incluidos los feudos más imbatibles del PP, sin esconder al líder y presidente del Gobierno pero sin enseñarlo demasiado.

Parece imposible, pero muy pocos confiaban realmente antes del congreso del PSOE del 2000 en que Zapatero pudiera vencer al poderoso y mediático Bono. Lo hizo. Luego ganó a Aznar y al designado Rajoy en las elecciones de 2004. Y encaró una primera legislatura audaz ante los más complejos asuntos pendientes en España. Repitió victoria en 2008, y comenzó su calvario, con el crédito de su suerte en números rojos, sobre todo por su tardía gestión de la crisis económica.

Blanco se ha molestado esta semana al comprobar que muchos medios y dirigentes del PSOE han interpretado la sorprendente anulación del mitin de inicio de la precampaña en Vistalegre del 3 de abril como otro ejemplo de improvisación o falta de estrategia, porque entre otras razones el pabellón había sido reservado por su partido hace seis meses.

"Claro que hay estrategia y cuando se la cuente la entenderán", reprochó Blanco a los periodistas. Aún no la ha explicado públicamente, lo que ha facilitado otra semana caótica de más rumores sobre los problemas con que está viviendo el partido la incertidumbre provocada por Zapatero con su aún no resuelta sucesión.

Efectivamente, hay una nueva estrategia detrás. Y su argumentario oficioso se resume así: "El PSOE quiere ganar el 22 de mayo en el mayor número posible de ayuntamientos y comunidades en liza. No se da ninguna baza por perdida. Ni siquiera comunidades tan populares como la valenciana, Madrid o Murcia, donde el porcentaje de voto del PP ronda el 60%. Y esa es la sensación de pelea que se quiere ofrecer".

Pero ese argumentario es muy normal. También el PP parte con esa meta. Y, además, va a convertir esta campaña de Mariano Rajoy por toda España en un ensayo de las generales. Porque también es su último cartucho. Pero aún no sabe si su rival será Zapatero, aunque cada vez hay más dirigentes populares que lo apuestan.

El problema del PSOE es que había asumido que a lo máximo que podía aspirar en mayo era a mantenerse o a perder lo menos posible. Y la virtud, a lo peor tardía de esta nueva estrategia, es que insufla un poco de ánimo a sus cuadros, que ya no es tan derrotista.

SCIAMMARELLA

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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