Fuerteventura: adiós al paraíso
David Rual, ex legionario de unos treinta años, lleva desde el 10 de mayo último esperando a ser repatriado a Francia, su país. Hace dos semanas, harto ya de su encierro en el pequeño depósito municipal de Puerto Rosario (Fuerteventura), desenroscó la bombilla de la pequeña celda, la rompió y comenzó a cortarse las venas. Afortunadamente, un policía municipal lo descubrió a tiempo y David puede esperar todavía a que, de una vez, llegue el billete de avión y el policía de escolta que lo ha de conducir a la frontera francesa.Casos como el de David Rual son frecuentes en Fuerteventura desde hace tres años. David, poco después de acabar su compromiso con la Legión, fue descubierto, indocumentado, en una redada. El paso inmediato -retrasado por la lenta burocracia- era su expulsión del país.
Desde enero de 1976, cuando el III tercio Juan de Austria llegó desde el Sahara a la isla de Fuerteventura, comenzaron las protestas. Hasta hace tres años, la isla era un lugar paradisíaco. Sus confiados habitantes dejaban los coches abiertos y las puertas de las casas sólo ofrecían la leve resistencia de una aldaba, puesta allí para evitar que golpease con el viento.
Las protestas, por aquel entonces, no venían sólo de la oposición de la isla. Incluso el alcalde (heredado aún del antiguo régimen) manifestaba su preocupación en un pleno del Ayuntamiento celebrado el 20 de febrero de 1976. «Es bien sabido», decía, «que la llegada y asentamiento del III tercio Juan de Austria, como fuerzas de guarnición de esta plaza, ha traído, por desgracia para esta ciudad, una cantidad considerable de delincuentes, vagos y maleantes de ambos sexos que rodean a tan esforzadas fuerzas legionarias, dándose el caso, por lo que al número de detenidos se refiere, que en un depósito mal habilitado para cuatro presos, en estos días han llegado a pernoctar doce y trece: cuatro mujeres y ocho o nueve hombres; las hembras, implicadas en negocios ¡lícitos de drogas, cuando no de prostitución, promiscuidad peligrosa para la más elemental moral. »
En los primeros días de enero de 1976, cuando hacía sólo poco más de un mes que las primeras fuerzas de la Legión habían evacuado el Sahara con destino a Fuerteventura, se contabilizaron en la Isla más de veinte robos de coches. Hasta aquel entonces, y en los Últimos trece años, sólo se había denunciado la desaparición de dos vehículos.
Entre tanto, en Playa Blanca (a un kilómetro de distancia de Puerto Rosario, capital de la isla y lugar elegido para establecer los cuarteles del tercio) se iba formando un flamante barrio chino. Abundaban también los saqueos a los comercios y hasta las farmacias ponían una precaución especial en sus guardias nocturnas.
Los habitantes de Fuerteventura contemplaban la nueva situación entre absortos e indignados. La presencia de fuerzas del Ejército era antigua en la isla. Fuerteventura (la isla más cercana a Africa del archipiélago canario) estaba acostumbrada a la presencia militar desde el siglo XIV, y nunca por ello dejó de ser una isla tranquila. Más bien al contrario, hay algunos estudiosos locales que atribuyen a la presencia de las diferentes guarniciones que han pasado por allí a lo largo de siete siglos el carácter cortés y el amplio y culto castellano que hablan sus habitantes.
Nunca hubo tensiones entre civiles y militares, quienes, dado el aislamiento de Fuerteventura, tendían más bien a compartir todo tipo de servicios.
A finales de 1975, los majoreros (que no sabían aún lo que su vida habría de cambiar con la llegada del tercio Juan de Austria) mostraron gran resistencia ante la marcha del regimiento de Infantería Fuerteventura 56, que, con varias ampliaciones, constituía la guarnición de la isla desde 1904. La convivencia cívico-militar con el regimiento (que hasta 1967 había sido sólo batallón) era bastante intensa. Eran varios los lugares de encuentro entre militares y civiles, que incluso frecuentaban conocidos liberales opuestos al régimen de Franco.
Por si fuera poca la ola de robos y saqueos, los majoreros tuvieron que acostumbrarse también a la presencia de parejas de recios legionarios, metralleta al brazo, que patrullaban en labores de policía por las calles de Puerto Rosario o detenían y registraban en las carreteras vehículos conducidos por civiles, en busca, presumiblemente, de desertores. En varias ocasiones, los pacíficos majoreros han podido ver, en plena calle, la ejecución de castigos corporales, que, según se afirma, siguen siendo corrientes en los tercios de la Legión.
Robos y asesinato
Pocos meses después de la llegada del tercio Juan de Austria, el 27 de abril de 1976, era asesinado Pablo Espinel de Vera, alcalde pedáneo de Guisguey, barrio que dista una decena de kilómetros de Puerto Rosario. No se tardó en descubrir a los autores del crimen: dos legionarios que habían desertado con sus armas. Meses después eran juzgados por un tribunal militar y condenados a treinta años de prisión.
«Es el único caso que conozco en el que los legionarios culpables de un delito cometido en Fuerteventura han sido juzgados. En el caso de robo de coches o embarcaciones -algunas de las cuales quedaron prácticamente destrozadas-, los legionarios se han declarado Insolventes y el tercio no ha sido considerado responsable subsidiario», dice Matías González García, alcalde de Puerto Rosario desde las últimas elecciones municipales. Matías, que pertenece a UCD, era, desde hacía muchos años, la cabeza de la oposición liberal de la isla. Hace un par de semanas, el Ayuntamiento que preside votó por unanimidad la marcha del tercio de Fuerteventura. Posteriormente, el gobernador civil de Las Palmas suspendió el acuerdo. El Ayuntamiento de Puerto Rosario está compuesto por ocho concejales de UCD, siete de Asamblea Majorera y dos de Coalición Democrática.
El reciente secuestro de un DC-9 de Iberia llevado a cabo por tres legionarios armados desencandenó las protestas de las nuevas corporaciones democráticas. «Fue la gota que colmó el vaso», dice el presidente del Cabildo Insular, Gerardo Mesa, candidato de la Asamblea Majorera. «El Cabildo pidió la disolución de la Legión y no sólo su marcha de Fuerteventura, porque pensamos que si se van de aquí para ir a otro lado, lo único que lograremos será transferir el problema. Las razones que llevaron a crear la Legión son tan sólo historia. Pienso que si la Legión desaparece ahora, nuestros hijos tendrán un buen recuerdo de su pasado heroico. En cambio, basta que la situación actual se prolongue unos años más, para que sólo recuerden los hechos tristes: que fueron soldados legionarios los que mataron al alcalde pedáneo de Guisguey, los que provocaron el choque en el que murió el anterior presidente del Cabildo, los que robaron coches y embarcaciones a algunos vecinos ... »
Reforma del Tercio
«Habría una solución intermedia», dice Matías González, alcalde de Puerto Rosario, «que consistiría en la reforma del Tercio. Si la Legión es tan disciplinada como cualquier otro cuerpo del Ejército, no tendríamos ningún problema para que continuase aquí. »
Los abundantes incidentes entre los legionarios y la población civil han tenido lugar, precisamente, en el momento menos oportuno. Los momentos de mayor tensión se produjeron precisamente en los tiempos en que Antonio Cubillo se dirigía por radio cada noche desde Argel, para intentar convencer a los canarios que el archipiélago era un territorio africano colonizado por España. La presencia de una fuerza colonial como es la Legión y la abundante sucesión de incidentes podía haber tenido unas consecuencias políticas bastante graves. Sólo la reputada calma y sensatez de los majoreros fueron capaces de desmentir los más pesimistas pronósticos.
En la actualidad, la tensión parece ser menor. Según afirman los majoreros, el actual coronel del tercio Juan de Austria, Pedro González del Yerro, ha logrado dulcificar bastante las fricciones. Ya no se ven, como antes, legiona rios armados con metralletas patrullando las calles de la ciudad ni deteniendo coches en las carrete ras. Ahora es la policía militar de la Legión (casco y porra blanca) quienes cumplen con discreción las funciones de vigilancia. A pe sar de todo, recientemente, los majoreros que estaban a punto de tomar el ferry que comunica Fuerteventura con Las Palmas pudieron -ver cómo se propinaba »una paliza, en pleno puerto, a un legionario que trataba de desertar entrando como polizón en el barco.
Problemas de prostitución
El anterior coronel del tercio Juan de Austria, Tomás Pallás Sierra, actual general-subinspector de la Legión, no parece haber tenido en Fuerteventura una imagen tan buena como la del actual. Fue el autor de una carta de réplica a un reportaje de la revista In terviu, que dio mucho que hablar entre los majoreros y provocó una nueva ola de protestas. Uno de los párrafos de la carta ecía así: «Las prostitutas (se refería a las que habían llegado a Fuerteventura siguiendo los pasos de la Legión) son muy baratas y si de sus favores se "benefician" jóvenes y viejos de la población autóctona, creo que ya era hora, porque ¿es que sólo tenían derecho de importar putas ciertos caciquillos y sus amigos? ¿Es que se podía tener a un pueblo con el trauma de su regresión sexual? ¿Es que la revista del artículo (hace alusión a Interviu) sólo publica fotos de mujeres desnudas para la masturbación de los majoreros y no para iniciarlos para que hagan uso de las llamadas prostitutas?».
El hecho de que los tres secuestradores del DC-9 de Iberia fueran extranjeros ha hecho plantearse a muchos de nuevo el sistema de reclutamiento de la Legión. La presencia en los tercios de soldados legionarios de dudoso pasado, como los tres se cuestradores del avión, o el ex legionario David Rual, del que se habla al comienzo de este reportaje, han sido, sin duda, una de las razones que han ido desprestigiando a la Legión en sectores cada vez más amplios. Actualmente, más de la mitad de los soldados de la Legión realizan en ella su servicio militar y no pue den ser considerados literalmente como soldados de fortuna. En cambio, en Fuerteventura preocupa la llegada de inmigrantes africanos indocumentados, que, una vez desembarcados en Canarias, no les queda otra alternativa que la expulsión o el banderín de enganche.
Sea cual sea el futuro de la Legión en Fuerteventura, muchos majoreros piensan que es irreversible el trauma sufrido por una isla que, en pocos meses, vio aumentar su población en un 25 % (de 23.000 a 30.000 habitantes), y que, en tan poco tiempo, ha ido perdiendo su pasado idílico para encontrarse con problemas propios de grandes ciudades.
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