El placer del periodismo
Jacinto Antón confiesa que practica una rama "del Nuevo Periodismo que constituyen los viejos pilotos húngaros", en referencia a la casta pero irrefrenable pasión por László Almásy, el aviador húngaro que protagonizó El paciente inglés. En realidad, es una especialidad mucho más amplia porque entran también los indios, las culebras que se comen ratones vivos, las momias, las viejas historias de guerra, los taxis al Alamein y el mar espeso en recuerdos y poetas de Alejandría. Pero Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias, el libro que recopila las crónicas que Antón lleva más de una década publicando en las páginas de EL PAÍS, es mucho más que todo eso, es una reivindicación del viejo oficio de contar historias, un oficio que forjó nuestro mundo, que creció y se multiplicó a orillas del Mediterráneo, un mar del que beben muchos de los relatos que componen este libro.
Pilotos, caimanes y otras aventuras extraordinarias
Jacinto Antón
RBA. Barcelona, 2009
352 páginas. 21 euros
La primera recomendación que debe hacerse a la hora de enfrentarse a Pilotos, caimanes... es que conviene alejarse de los transportes públicos porque las carcajadas que provoca su lectura pueden llegar a ser bastante estruendosas ("adoro los submarinos: combinan las dos cosas que más miedo me dan: el mar y los ascensores"). La segunda es que es un libro al que se debe entrar libre de prejuicios y con la mente en blanco, dispuesto a pasar unas horas de la más entretenida de las lecturas con entierros de hámsteres, golpes de Estado (sí, Antón, durante su mili, participó en el 23-F), húsares, retiradas en Afganistán y tumbas perdidas pero no olvidadas.
En las páginas de este libro, en realidad en todas las crónicas que escribe para este diario, Jacinto Antón demuestra una cultura imposible. El adjetivo se explica por la amplitud de sus conocimientos, por los campos por los que se interesa, todos ellos tan absurdos como apasionantes; pero sobre todo por su capacidad para convertir cualquier cosa, cualquiera, en periodismo de primera categoría. Porque al final los diarios son como las películas: recordamos alguna escena, algún artículo y eso hace que perduren. Y estas crónicas de apaches y cocodrilos son de las que nunca se irán de nuestra memoria. -
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