_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una apelación a la utopía

Juan José Tamayo

El polaco Zygmunt Bauman (Poznan, 1925), catedrático emérito de Ciencias Sociales en las universidades de Leeds y Varsovia y uno de los pensadores más lúcidos e influyentes de nuestro tiempo, continúa en Vida líquida la reflexión sobre la cultura y la sociedad que iniciara la década pasada con sentido crítico, y en algunos casos iconoclasta, en Modernidad líquida y Amor líquido. Según Bauman, en la modernidad todo es líquido, inconsistente, evanescente. Las condiciones de vida y de acción o las estrategias de respuesta se modifican con tal celeridad que no pueden consolidarse ni traducirse en hábitos y costumbres. Nuestro mundo avanza vertiginosamente pero sin rumbo, cambia compulsivamente pero sin consistencia. No hay tiempo para que las cosas echen raíces. La precariedad es el signo de nuestro tiempo. Siempre hay que estar empezando y terminando. Pareciera que el imperativo categórico fuera ponerse al día. Las cosas se adquieren y se desechan con una celeridad compulsiva. Las capacidades se tornan discapacidades rápidamente. La apelación a la experiencia es signo de decrepitud. Se impone la velocidad versus la duración, la aceleración versus la eternidad, la novedad versus la tradición. Hemos pasado del miedo al cambio al miedo al estancamiento.

VIDA LÍQUIDA

Zygmunt Bauman

Traducción de Albino Santos

Paidós. Barcelona, 2007

208 páginas. 12 euros

Para Bauman la vida líquida

se caracteriza por ser una cultura de la discontinuidad y del olvido; que no educa en la reflexión con profundidad ni en la actitud de búsqueda, sino en la ojeada fugaz. No hay convicciones firmes, sólo opiniones diletantes que pueden cambiar enseguida en la política y en el debate intelectual. Cada vez hay menos personas dispuestas a dar su vida por algo o por alguien. Se ha pasado de la figura del mártir a la del héroe como camino más rápido para conseguir celebridad.

La democracia ha sufrido un golpe de Estado neoliberal, cuyo objetivo es privatizar la esfera pública y eliminar la utopía social. La utopía de la modernidad, dice Bauman, se ha convertido "en blanco y presa de llaneros, cazadores y tramposos solitarios: uno de los muchos trofeos de la conquista y la anexión de lo público a lo privado" (página 200).

Su lúcido análisis muestra que el individuo cuanto más se empeña en afirmar su individualidad, más asediado se ve por la sociedad. "La individualidad es tarea que la propia sociedad de individuos fija para sus miembros" (página 31). ¿En qué queda, entonces, el viaje de autodescubrimiento? En una mera feria global de comercio al por mayor de recetas de individualidad. Los elementos auténticamente individuales de cada persona se convierten en moneda de uso común, en estándares. Junto al asedio del individuo por la sociedad, Bauman analiza el proceso de fragmentación, de diversidad individual y social. Lo que exige el fortalecimiento de la cohesión social y el desarrollo de un sentido de conciencia y responsabilidad social.

Estudia también el distanciamiento de la política y de lo público que, según Hannah Arendt, se ha convertido en la "actitud básica del individuo moderno, quien, alienado del mundo, sólo puede revelarse verdaderamente en privado y en la intimidad de los encuentros cara a cara" (página 172). Bauman se pregunta por la posibilidad de convertir el espacio público en lugar de participación duradera, de diálogo permanente y de confrontación entre el consenso y el disenso, en vez de ámbito de citas fugaces y casuales o de encuentros comerciales. Esa conversión sólo es posible, responde, creando un espacio público global, que se traduzca en una política planetaria adecuada, un escenario igualmente planetario, un análisis global de los problemas provocados a escala mundial y una responsabilidad planetaria, que exige reformar el tejido de las interdependencias e interacciones globales.

Las reflexiones de Bauman,

se compartan o no, dan que pensar. Provocan insatisfacción como punto de partida para cambiar la realidad. Invitan a construir relaciones simétricas, cálidas, duraderas, auténticas, profundas, no mediadas crematísticamente. Vida líquida no desemboca en desencanto y apatía. Termina con una llamada a la esperanza entendida como encuentro entre la imaginación y el sentido moral. La esperanza se resiste, y con razón, a reconocer la jurisdicción "de lo que es" y a someterse al dictamen de la realidad. Es la realidad, más bien, la que tiene que explicar por qué no siguió el criterio marcado por la esperanza. Y hace una apelación a la utopía, a partir de la consideración de Bloch sobre el ser humano como criatura esperanzada y de la idea de Lévinas sobre la ética como filosofía primera. El mundo exterior tiene que demostrar su inocencia ante el tribunal de la ética, no viceversa. Y por el momento no le va a ser posible demostrarla.

El ensayista polaco Zygmunt Bauman.
El ensayista polaco Zygmunt Bauman.AP

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_