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Reportaje:

Viaje a la periferia olvidada de Irán

El mosaico étnico de las regiones fronterizas del país de los ayatolas reclama más atención de Teherán mientras EE UU intenta explotar este malestar para alentar la insurgencia

Ángeles Espinosa

Colgado de una ladera de los montes Zagros, Nowdesheh esconde su tragedia hasta que se llega a la plaza central. Allí, un gran cartelón recuerda las 12 víctimas mortales de una bomba de gas mostaza que la aviación de Sadam Husein dejó caer el fatídico 17 de marzo de 1988. "La tragedia de Halabja nos eclipsó ante el mundo", se quejan varios prebostes locales en referencia al bombardeo químico de esa localidad iraquí distante apenas veinte kilómetros en línea recta. Pero los habitantes de su gemela iraní no apuntan al mundo sino a Teherán como responsable de su olvido. Ese malestar de la periferia de Irán es el que EE UU está tratando de explotar para alentar la insurgencia.

"El Gobierno no atiende nuestros problemas", declara M. M., un estudiante de ingeniería, que habla del paro y de las difíciles condiciones económicas que afronta la población de la zona. Al principio sus quejas suenan como las de cualquier otro joven iraní, pero poco a poco salen a la superficie agravios que revelan el hecho diferencial de esta región del oeste del país, habitada por kurdos de dialecto auramani y credo suní. Los bombachos de los hombres y los coloridos vestidos de las mujeres marcan la diferencia en cuanto se atraviesa la ciudad de Paveh, antes de emprender el ascenso hacia la cadena montañosa que delimita los 1.500 kilómetros de frontera con Irak.

"En la universidad, las materias obligatorias incluyen la historia sagrada de los chiíes que a nosotros ni nos va ni nos viene y encima tenemos que rezar en sus mezquitas porque en la mayoría de las ciudades no hay mezquitas suníes", denuncia M. tras subrayar que además deben cursar sus estudios en farsi, que no es su lengua materna.

"El problema es que en este país los clérigos dictan las normas a los políticos y estamos hartos", interviene L., que acaba de graduarse como traductor de inglés, ante la aquiescencia del grupo que se ha congregado en torno a la periodista. Es lo más lejos que llegan en sus críticas al régimen. Y con motivo. Enseguida, uno de los responsables que acompaña a la delegación extranjera se interesa por la conversación y aconseja a los chicos que sólo hablen de temas generales y no critiquen al Gobierno.

Pero las ganas de expresarse y, sobre todo, el encontrar a alguien dispuesto a escucharles, terminan venciendo el temor a tener que dar explicaciones ante la policía política. Cuando Ahmed Mubarakshah, el clérigo local, toma la palabra, se acaba cualquier contención previa. "Estamos contentos de que en la República Islámica de Irán estemos todos unidos y el Gobierno nos preste atención", afirma el religioso suní flanqueado por sendos retratos del imam Jomeiní y del actual líder supremo, ayatolá Ali Jameneí.

"Esperamos que hagan más"

"Es una gran mentira", se indigna uno de los muchachos que tacha al párroco de "vendido". Tras los obligados cumplidos, incluso el clérigo afirma: "esperamos que las autoridades hagan más". Habla de la necesidad de un centro de salud que se ocupe de los 70 heridos reconocidos del ataque químico y los varios cientos más que tienen síntomas indeterminados desde entonces. Pero para los 5.500 habitantes de Nowdesheh las necesidades son mucho más amplias. "El Gobierno se ha ocupado de los mártires, pero las familias que no tenemos mártires también necesitamos atención", afirma otro de los jóvenes.

Es una queja frecuente en todas las regiones fronterizas de Irán, donde se localizan el grueso de las minorías que conforman el mosaico étnico del país. Junto a los persas (51%) conviven azeríes (24%), gilakíes y mazandaraníes (8%), kurdos (7%), árabes (3%), luris (2%), baluchis (2%), turcomanos (2%) y otros como armenios y asirios (1%). Son las reclamaciones independentistas de los kurdos y el abandono histórico de otras comunidades como los baluchis y los árabes las que estaría tratando de explotar Estados Unidos.

Seymour Hersch afirma a principios de verano en The New Yorker que Washington ha asignado un fondo de 400 millones de dólares (unos 250 millones de euros) para apoyar a grupos disidentes. La revelación da verisimilitud a las quejas de los responsables iraníes que desde hace un par de años acusan a EE UU y el Reino Unido tanto de las bombas que estallan en Ahvaz (la capital de la región árabe de Irán) como de apoyar a los terroristas de Jundallah (radicales suníes vinculados a Al Qaeda que operan en el Baluchistán iraní en connivencia con contrabandistas y narcotraficantes).

Sin duda el Gobierno de Teherán es consciente de ese peligro. "En los últimos años las inversiones han permitido mejorar las infraestructuras y la gente está más contenta, pero sigue molestando la militarización de la zona a causa de los grupos separatistas", admite S. J. en Nowdesheh. Este médico, como la mayoría de los entrevistados durante la visita, opina que las autoridades tienen que esforzarse más, "especialmente ahora con las enormes ganancias del petróleo". Sin embargo, todos toman distancias con quienes usan la violencia para avanzar sus reclamaciones.

Vista del pueblo Nowdesheh.
Vista del pueblo Nowdesheh.J.M.S.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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