"Para enviar algo importante usaría el correo ordinario"
El inventor del 'e-mail' no tiene móvil y se dedica a la cría de ovejas
Es la mañana de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias y el salón de los desayunos del Hotel de la Reconquista, en Oviedo, lugar de hospedaje de galardonados, miembros del jurado y del patronato bulle de presencias talentosas. En la mesa de al lado, David Attenborough (premio de Ciencias Sociales) disecciona con destreza de naturalista una pieza de fruta en presencia de su esposa; Eberhard Diegpen, ex alcalde de Berlín (Concordia) sorbe café solo; y Arantxa Sánchez Vicario (Deportes, en 1998) empuja un carrito de bebé en pos del único sitio libre. Mientras, nuestro hombre, Raymond S. Tomlinson, de 68 años, premio de Investigación Científica y Tecnológica gracias a la invención del correo electrónico -un tipo grandote, poseedor de ese físico tan estadounidense-, escoge con timidez la composición de su menú.
El inventor del 'e-mail' no tiene móvil y se dedica a la cría de ovejas
El resultado de su caza (beicon, salmón, chorizo y huevos revueltos) se antoja de vuelta a la mesa todo un desayuno de los campeones. "Va a ser un día largo", se excusa con una media sonrisa. Tomlinson comparte el galardón con el inventor del teléfono móvil, Martin Cooper, un señor de irresistible encanto al que conoció a su llegada a Oviedo. "Marty es un gran tipo. Aunque ya le he dicho que yo no tengo móvil. Me considero un tanto ludita [movimiento obrero de principios del XIX que se oponía a la tecnología porque competía con los trabajadores]". ¿Sorprendente? Acaso lo sea más que Tomlinson no pueda responder a la pregunta de qué hizo el día de su particular eureka, cuando decidió, durante el desarrollo de un proyecto embrionario de la creación del primer e-mail, que la @, ese signo tipográfico dejado de la mano de Dios que indica una medida de peso (la cuarta parte de un quintal), podría servir para organizar la correspondencia en la era cibernética. "Me han preguntado más de una vez la fecha exacta. Todo lo que puedo decir es que fue entre junio de 1971 y enero de 1972. Supongo que no calibré la importancia de mi ocurrencia".
Ya está claro que Tomlinson no es el típico emprendedor de puntocom. Vive en Massachusetts y no en el soleado Silicon Valley, es evidente que la arroba no le hizo rico y lleva más de 30 años en la misma empresa, BBN.
En todo lo demás, a Tomlinson le embargan las mismas preocupaciones que al resto de los mortales usuarios de correo electrónico. "Recibo unos 150 e-mails al día, que son demasiados. Me acosa el spam y me preocupa la seguridad. Si tengo que mandar algo importante, usaría el correo ordinario. ¡Y eso que no he enviado una carta desde hace 35 años! También me incomoda la mala educación en los correos. Es demasiado fácil malinterpretar el tono de un e-mail".
Cuando la azafata que la fundación le tiene asignada aparece para buscarlo, Tomlinson repara de pronto en que los huevos y el beicon siguen intactos. Interrumpe la conversación y engulle de dos bocados una buena cantidad (ya saben, "el día será duro"). Antes de despedirse explica otro proyecto, más propio del naturalista vecino de la mesa de al lado. "Nos quedaremos unos días en Asturias. Mi hobby es la cría de ovejas. Y estoy viendo cómo cruzar especímenes europeos con americanos". No, no es el típico emprendedor de puntocom.
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