Las nuevas barreras
Las 'webs' de los campus españoles suspenden en facilidad de acceso
"Hola buenas, estoy haciendo una prueba en su portal; en general está bien salvo por las ventanas emergentes que aparecen sin previo aviso". Luis Miguel Bascones acaba de enviar un correo electrónico al buzón de sugerencias de la Universidad de Valencia. Este tetrapléjico madrileño de 40 años utiliza para navegar por Internet un programa de voz. Cada ventana que se abre en su pantalla sin permiso le supone tener que dictar una orden más al sistema y, a veces, el esfuerzo de alcanzar el ratón con la poca movilidad de su brazo derecho. Las ventanas saltarinas de muchos portales universitarios son una de las trabas a las que se enfrentan los alumnos con algún tipo de discapacidad,
Internautas ciegos o parapléjicos chocan con multitud de detalles desatendidos
Internet puede ser una herramienta útil para que cada vez más personas de este colectivo alcancen la Universidad. Siempre que se base en criterios de diseño para todos. Bascones está acostumbrado a las barreras online: se las encuentra continuamente en su trabajo como consultor de Technosite, empresa de teleservicios que realiza estudios de accesibilidad web para el Observatorio de Infoaccesibilidad de Disc@pnet (portal auspiciado por la Fundación ONCE y los fondos FEDER de la Unión Europea). Las web universitarias españolas pasaron el primer examen en 2004, que ponía en evidencia "las carencias" y apuntaba "líneas de posible solución". Y otro en 2006, que señalaba "la ausencia de evolución", pese a la entrada en vigor de una ley que obliga a las administraciones a hacer accesible la información a través de la Red.
La Universidad de Valencia fue la mejor parada de aquella segunda evaluación técnica, aunque no llegó "a los mínimos de accesibilidad deseables", como tampoco lo hicieron las otras 15 investigadas: 13 portales universitarios más las web del Ministerio de Educación (MEC) y de la CRUE, Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas.
Casi dos años después, y a la espera de un tercer estudio, Luis Miguel hace un rastreo rápido por los portales universitarios. La prueba no tiene validez científica pero resulta clarificadora: han mejorado mucho, pero no suficiente.
Estamos en el menú principal de la Politécnica de Valencia, que permite elegir idioma: castellano y valenciano. "Castellano", dicta. Pero la página permanece imperturbable. "¡Castellano!, ¡¡castellano!!". Bascones estira su brazo derecho hacia el ratón, pone el cursor sobre la palabra castellano y aparece la etiqueta, que es lo que importa, lo que lee su sistema: pone español. Un enlace mal etiquetado, un detalle tonto que le ha costado 10 minutos de su tiempo. Y él aún tiene cierta movilidad; si no fuera así, el cambio de idioma le habría resultado imposible. "Se nota que se han puesto las pilas y que han hecho cambios; el problema es que no siempre los cambios son a mejor", resume.
Lourdes González Perea, ciega, es profesora del máster de Accesibilidad de la UOC. Lee una página web mediante barridos: de arriba abajo, de izquierda a derecha. Su ordenador dispone de teclado braille pero prefiere su lector de pantallas, que le va diciendo lo que pone en cada sitio. Siempre, claro, que la información aparezca bien estructurada y que todos los títulos, enlaces y textos tengan su correspondiente etiqueta, para que su audiodescriptor pueda leerla. Lo que no siempre ocurre.
Esta malagueña de 27 años, directora de tecnologías accesibles de Technosite, se enfrenta cada día a etiquetas imprecisas, elementos multimedia sin alternativas textuales, estructuras desordenadas y mucho contenido en un formato al que ella no puede acceder. González Perea, que coordinó aquel estudio de accesibilidad de 2006 junto con Bascones, se presta también al pequeño ejercicio propuesto por este periódico. Y esgrime conclusiones similares a las de su compañero: "Son conscientes de que tienen que arreglar problemas y deficiencias, y lo intentan, pero les queda", reflexiona mientras va detectando enlaces duplicados en las universidades de Valladolid y Granada, desorden en la del País Vasco, o descriptores defectuosos en el portal del Ministerio de Educación. La accesibilidad online, recuerda, ya es una obligación que establece la reforma de la ley de universidades.
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