El Madoff de Florida
El abogado Rothstein, detenido por estafar 1.200 millones de dólares, puede ser condenado a 100 años de cárcel
Bernard Madoff tenía raíces en Florida. Al menos, una lujosa mansión en Palm Beach y un yate, que fueron embargados. Pero también contaba con un alumno aventajado muy cerca. En Fort Lauderdale, apenas unos kilómetros más al sur de Miami. El abogado Scott Rothstein, de 47 años, fue detenido el martes tras un mes de investigaciones del FBI para confirmar las evidencias de su multimillonaria estafa. Ya tiene el récord del mayor fraude en la historia de Florida, estimada, en principio, en más de 1.200 millones de dólares. Y aunque se ha declarado inocente, se enfrenta a una condena de 100 años de cárcel.
Rothstein se enriqueció con la sutil aplicación del esquema Ponzi, el sistema piramidal que multiplica los ingresos, pero levantó todas las sospechas al acumular algo más que migajas, demasiado para un abogado, aunque se trate de una profesión muy lucrativa en Estados Unidos.
De momento, le han incautado su mansión de Fort Lauderdale (Florida), valorada en 6,4 millones de dólares, además de otras dos que posee en Manhattan y Rhode Island, y varias en el condado Broward. Además, tiene varios restaurantes, tres yates multimillonarios con entre 11 y 30 metros de eslora, y toda una colección de coches de lujo, hasta 20, entre ellos una limusina, dos Rolls-Royce, tres Ferrari (un Spider intervenido en plena calle, en el centro de Fort Lauderdale), un Lamborghini, un Bugatti y un Bentley. No le faltaba casi ninguno de los más caros.
Pero el escándalo no es sólo económico sino también político. Rothstein y su esposa donaron unos 600.000 dólares al Partido Republicano de Florida y 200.000 al Demócrata. El abogado arrestado se codeaba con el gobernador de este Estado, Charlie Crist, a cuya campaña, en la que aspiraba a ser senador, fueron a parar más de 100.000 dólares. Y hasta le invitó a la macrofiesta de su boda en enero de 2008, que reunió durante tres días a 400 personas en la famosa casa Casuarina, en South Beach.
Rothstein también poseía parte de la propiedad de la antigua mansión del diseñador Gianni Versace, en cuyas escaleras de entrada fue asesinado.
Crist firmó al abogado una foto en la que le abrazaba con esta frase: "Scott, tú eres asombroso". Ahora, comenta: "No quiero juzgar a nadie hasta que se prueben los hechos, pero la cosa no tiene buena pinta".
El jurista trabajaba en la firma Rothstein Rosenfeldt Adler, y fueron precisamente sus compañeros de bufete, que cuenta con unos 70 letrados, los que trataron de expulsarle de la compañía y presentaron una demanda contra él ante su narcisismo y los abrumadores datos de sus excesos. Para enseñarlos, organizaron incluso una especie de visita turística a su oficina privada después de la efectuada por el FBI y los inspectores de hacienda. Se encontraron con muebles de superlujo, ascensor privado, numerosas cámaras de vigilancia, micrófonos y puertas de máxima seguridad con salida secreta y un arsenal de fotos con políticos, aparte de Crist, y diplomas de agradecimientos a su altruismo.
Rothstein prometía a sus clientes, a los que sacaba el dinero con acuerdos falsos, desde el 20% hasta el 52% de intereses. Muchos de ellos también han emprendido acciones legales al desaparecer sus fondos, y otros, hasta pueden verse implicados en la trama como acusados, ya que usaron dinero suyo en otras inversiones similares. Una cadena corrupta sin fin.
A finales octubre, ya con la investigación en marcha, Rothstein se fue a Marruecos tras despedirse de su mujer con un rutinario "hasta luego, nena, te veo por la noche". Un grupo le había demandado por llevarse 13,5 millones de dólares a ese país, que tenía en el Bank Populaire. El abogado regresó al cabo de una semana en jet privado, aunque dudó en hacerlo y hasta pensó en suicidarse.
Mientras le incautaban sus pertenencias, aún sin ser detenido, le dijo a un camarero tomándose un vermú: "Es duro, es duro". Y luego declaró en televisión: "Yo no huyo de mis errores como mucha gente. No pararé hasta que me devuelvan el último centavo". Rothstein compareció ante el juez relajado y guiñando ojos. Uno de los fiscales que anunciaron su detención, sin derecho a fianza hasta el juicio ante el riesgo de fuga, fue elocuente: "Este es un ejemplo muy claro de cómo la avaricia rompe el saco".
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