¿España, la próxima? No hay más fichas
La posible bancarrota de Italia deja la economía global al borde de la catástrofe
"Es el fin de una pesadilla", dice el escritor Umberto Eco sobre el adiós de Silvio Berlusconi. Y no, eso es exclusivamente en clave italiana: es justo el inicio de una pesadilla peor. ¿Por qué ha llegado Italia a un punto de no retorno? ¿No tenía la UE una "solución definitiva"? ¿Quién es el siguiente? ¿Puede desaparecer el euro? En pocas palabras, ¿qué está pasando? La tentación de la metáfora: Europa estaba ya por debajo en el marcador, pero la crisis italiana es algo más: bola de partido. No hay margen de error. Si la UE vuelve a fallar, adiós. Kaput.
- 'Espagueti western'. Los mercados han dejado meridianamente claro que todo lo que no sea una salida de Berlusconi del Gobierno italiano será una catástrofe. La dimisión tampoco es la panacea, pero al menos daría unos días de tranquilidad para buscar alguna salida: a pesar de la última cumbre, el fondo europeo de rescate no tiene munición suficiente para rescatar a Roma. Solo el BCE, saltándose todos los dogmas, podría impedir la bancarrota si las cosas no se tranquilizan con el adiós de Il Cavaliere. Porque de Italia preocupa todo: el desenlace de su crisis política, el tamaño de su economía, el volumen de su enorme deuda pública, el efecto contagio que convertiría la crisis fiscal italiana en un acontecimiento 15 veces más dañino que la bancarrota de Lehman Brothers: la deuda italiana en manos de extranjeros es 15 veces superior que la que desató el huracán Lehman.
El siguiente no es España, a pesar de los agoreros: son las finanzas globales
Una bancarrota italiana sería 15 veces más dañina que la de Lehman
- ¿De veras son los mercados? La política ha ido arrastrando los pies detrás de los mercados desde el inicio de la crisis (en realidad, desde mucho antes: desde el inicio de la desregulación financiera de Thatcher y Reagan, pero eso suena ya al pleistoceno). Algo está cambiando: Berlín y París les han puesto las cabezas de Papandreu y Berlusconi en bandeja a los mercados. Primero amenazaron a Papandreu con cerrarle el grifo si seguía adelante con el referéndum sobre el acuerdo de salvamento. Después pusieron a Berlusconi bajo la tutela del FMI. En otras palabras: firmaron la sentencia de muerte política de ambos. Lo único que han hecho los mercados es cobrarse las dos piezas a través de las primas de riesgo de la deuda.
- El tamaño importa. Italia es la tercera economía europea. La séptima mundial. Es el tercer mercado de deuda pública del mundo, con casi dos billones de euros zumbando en los oídos de los inversores. Si cae Italia -y con la deuda a 10 años con los intereses al 7%, apaga y vámonos-, la siguiente ficha es la economía mundial. El sistema financiero global es incapaz de resistir ese espagueti western si el final es tan dramático como parece. Y la mecha del miedo ha empezado a arder: hace unos días quebró el fondo MF Global por su exposición a la deuda europea. Otro fondo gigantesco, Jefferies, anunció que se ha deshecho de la mitad de sus bonos de la eurozona. Los mercados han empezado a ponerse la vacuna para prever el efecto contagio: la deuda de la eurozona está ya estigmatizada (con contadas excepciones: Alemania la primera).
- ¿Apocalypse Now... español? Si dimite Berlusconi y un Gobierno de concentración consigue restaurar la credibilidad del país y reabrir el acceso de Roma a los mercados con un calendario de reformas claro y diáfano -algo que no ha conseguido Berlusconi en meses-, la prima de riesgo bajaría y podría iniciarse un círculo virtuoso de crecimiento, confianza y credibilidad para Italia y la eurozona en su conjunto. Tralarí, tralará: el problema es que eso es mucho más fácil de escribir que de hacer. Una caída en barrena de Italia sería catastrófica para la UE y para el mismísimo euro (y si cae el euro cae Europa, como no cesan de repetir Merkel y Sarkozy), pero al menos no habría que preocuparse por la próxima ficha del dominó: se equivocan quienes piensan que España es la siguiente casilla de la crisis. Italia es tan grande que provocaría un momento Lehman global, una crisis financiera internacional y una segunda Gran Recesión mucho más dañina que la primera. Por dos razones: porque esta vez no hay dinero público para detener el batacazo (los países están mucho más tocados). Y porque empiezan a emerger tensiones nacionalistas y el desencanto de la ciudadanía en varios países se va pareciendo a una suerte de bomba de tiempo.
- Un 'remake' pésimo. Bruselas, mayo de 2010: la UE pacta una "solución definitiva"; Grecia sigue cayendo a pesar de todo, y arrastra a Irlanda y Portugal. Octubre de 2011: Bruselas acuerda una segunda "solución definitiva" para el euro, pero apenas días después la crisis vuelve al punto de partida y Grecia desencadena un nuevo huracán que aplasta a Italia. Y nadie en Bruselas, ni en Berlín ni en Francfort (sede del BCE) mueve un dedo. No hay soluciones definitivas, -lo que Flaubert llamó "la rabia de querer acabar", lo complicado que resulta querer arreglar los problemas de un plumazo-, pero habrá que ir pensando en algo. Hay dos opciones: una suspensión de pagos histórica que supondría una ruptura del euro (de consecuencias imprevisibles) o la entrada del BCE en escena con la compra masiva de bonos a gran escala para acabar con la especulación. Y aún ha aparecido una tercera: una eurozona a dos velocidades. La decisión está, como siempre, en manos de Alemania y Francia, que en los últimos meses destacan más por la grandilocuencia de sus declaraciones que por la coherencia y efectividad de sus decisiones.
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