'Cibermendigos' en la Red
Jóvenes estadounidenses crean portales en Internet para que el público les ayude a pagar sus deudas
Las tarjetas de crédito son una trampa en la que están atrapados millones de consumidores estadounidenses, hasta el punto de que la deuda vinculada al dinero plástico asciende a 830.000 millones de dólares (unos 641.000 millones de euros). Para salir del atolladero y reducir el rojo sin que te penalice el banco, hay cada vez más jóvenes que acuden a la Red y crean portales en los que piden dinero a gente que no conocen. Es el fenómeno conocido como ciberbegging [el verbo to beg significa pedir limosna]. No faltan las críticas hacia los que dan y reciben la limosna.
Gracias al ciberbegging, los jóvenes que exprimen sus tarjetas se las ingenian para crear portales en Internet en los que piden ayuda al público para pagar sus excesos. La mente que está detrás de esta idea es Karyn Bosnak, originaria de Chicago y residente en el barrio neoyorquino de Brooklyn. La joven llegó a acumular una deuda de 20.000 dólares a base de comprar zapatos, bolsos y ropa de diseño. Bosnak pensó que si pedía un dólar a cada persona que entrara en su portal (www.savekaryn.com) sería capaz de recomponer sus cuentas. Y funcionó, hasta el punto de que logró recaudar en pocas semanas 13.000 dólares. Otro de los referentes del ciberbegging es Dustin Diamond, uno de los protagonistas de la serie Salvado por la campana. Su web (www.getdshirts.com) le permitió recaudar una suma suficiente para pagar su casa tras sufrir un timo del antiguo dueño, vendiendo camisetas a 15 dólares.
Cada ciudadano debe 2.000 dólares de media, según la Reserva Federal
Yahoo! cuenta con un directorio para acceder a casi un centenar de estos portales. Las críticas no faltan. Jason Dorsey, experto financiero y autor de My reality check bounced, opina que ésta es una vía que permite a los jóvenes evitar hacer frente a la responsabilidad de sus acciones. Bonak, por su parte, no se siente avergonzada por recurrir a esta vía para pagar sus deudas y dice que la clave está en contar hacia dónde va ese dinero. Es más, considera que es una forma creativa de hacer negocio y explica que se requiere un trabajo constante para actualizar los portales.
Y es que Estados Unidos es un país endeudado. La tarjeta de crédito la introdujo Diners Club en 1950. A final de esa década Bank of America puso en circulación su propia versión, por la que permitía al consumidor pagar el crédito concedido a final de cada mes. Es el sistema que prevalece en EE UU. Si no se abona el crédito en el plazo acordado, el tenedor sufre una penalización. Esta posibilidad de endeudarse, sin embargo, permite a las familias gastar más de lo que ganan y mantenerse a flote transfiriendo la deuda de una tarjeta a otra.
El uso del dinero plástico creció de forma dramática en los últimos 25 años. Las compras que se hacen en EE UU con estas tarjetas pasaron de los 69.000 millones de dólares en 1980 hasta los 1,8 billones en 2005. En la actualidad hay 691 millones de tarjetas de crédito en circulación. Uno de los efectos que tiene este uso masivo del dinero plástico es que la deuda de las familias creció un 238% durante los últimos 15 años, según la Reserva Federal, que cifra en 2.200 dólares la deuda media por estadounidense, frente a los 1.000 dólares de 1992.
Una de las vías a las que se recurre para escapar del pago de la deuda es declararse en quiebra, una opción a la que el año pasado se acogieron dos millones de personas, según el Departamento de Justicia, frente a los 287.000 en 1980. El problema es que esta salida afecta al historial de crédito personal y complica acceder a préstamos futuros en buenas condiciones de financiación para la compra del coche, de la lavadora o de las obras de la casa. La otra solución es aplicarse un estricto plan financiero, que requiere importantes sacrificios.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.