La tragedia de una gimnasta
Fallece en Moscú la rusa Elena Mujina, en silla de ruedas desde 1980 por una lesión
Veinticinco años después de ser condenada a una silla de ruedas, la ex gimnasta soviética Elena Mujina murió el viernes en Moscú a los 45 años. Su muerte pone fin a uno de los episodios más negros de la gimnasia, resultado de mezclar una gravísima lesión con el ostracismo y la confusión típicos de la era soviética. Mujina logró el título de campeona del mundo en 1978 en Estrasburgo, un año después de conseguir tres medallas de oro en los Europeos de Praga.
Faltaban sólo dos semanas para que Moscú inaugurara sus Juegos Olímpicos de 1980. Concentrado en Minsk (hoy Bielorrusia), el equipo femenino de gimnasia preparaba una cita que se había convertido en una revancha. Y no por el anunciado boicot de EE UU y otros países al evento -la gimnasia era entonces un deporte dominado por los países de la Europa del Este-. Lo que preocupaba a los responsables del equipo femenino era que la rumana Nadia Comaneci, la misma que había asombrado al mundo, y no sólo gimnástico, cuatro años antes, repitiera hazaña en suelo enemigo. Y eso que un par de años antes parecían haber encontrado un antídoto en la dificilísima gimnasia de Elena Mujina, en esos momentos recién recuperada de una lesión.
Recibió en 1982 la Orden Olímpica de manos de Juan Antonio Samaranch
Lo único que trascendió en esos días es que Mujina no participaría en los Juegos Olímpicos por una lesión. Poco a poco se fueron conociendo datos, que hoy repiten todas las páginas webs especializadas. Que Mujina probaba en suelo una serie. Que su cuerpo cayó pasado de giro. Que el primer impacto fue con la barbilla. Que se le rompieron varias vértebras. Que quedó en silla de ruedas y paralítica.
No se volvió a saber nada de ella hasta que en 1982 el presidente del Comité Olímpico Internacional, José Antonio Samaranch, le impuso la Orden Olímpica. Había vuelto a vivir con su abuela, que se hizo cargo de Mujina con tan sólo cinco años, después de que la madre de ésta muriera en un incendio. En 1988 la joven moscovita cuestionó en una entrevista el modelo soviético del deporte: "Ni culpo ni condeno a nadie por lo que sucedió", subrayaba entonces; "fui estúpida. Lo único que quería era justificar la confianza que habían puesto en mí y ser una heroína". También colaboró con periódicos de su país. Poco más se sabe.
A pesar de su trágica vida, el legado gimnástico de Mujina sigue vivo. Veinticinco años después de su desgracia, algunos de los elementos que ella fue la primera mujer en ejecutar, como la pirueta mortal en suelo, siguen presentes en los mejores ejercicios del mundo.
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