Un manual en bañador
El ruso Popov vuelve a dominar con 31 años la prueba de 100 libres, en la que se impuso a Van den Hoogenband y Thorpe
Alexander Popov regresó al lugar que fue suyo durante largos años, cuando dominaba a Biondi o a Gary Hall, cuando nadie se le acercaba en la prueba de 100 libre. Regresó en Barcelona, la ciudad que le consagró hace once años en los Juegos Olímpicos. Allí se terminó la época
Biondi y comenzó un periodo inolvidable de la natación, el que protagonizó Popov con sus registros por debajo de los 49 segundos, con sus salidas perfectas, su estilo impecable, su frialdad para manejar todas las situaciones. Aquel nadador parecía ajeno a cualquier emoción porque era un nadador de precisión, un manual en bañador. La edad y la aparición de una nueva raza de sp
rinters, encabezados por el holandés Van den Hoogenband, se interpretaron como los factores decisivos en la pérdida de su hegemonía. Salió derrotado de Sydney y se pensó en un mal futuro. No resultaba agradable pensar en Popov arrastrándose por unos dólares. Su respuesta ha sido contundente. Popov está como un tiro, en unas condiciones magníficas para reeditar los tiempos que le hicieron célebre. Lo demostró en Barcelona, frente a Van den Hoogenband, que parecía imparable.
Popov tiene 31 años, edad que no se asocia con la energía de la velocidad, ni en el agua ni en las pistas. Pero el astro ruso desafía todas las convenciones. Todavía es capaz de dar una lección a los mejores del mundo. Ganó a Van den Hoogenban, derrotó a Ian Thorpe, superó al norteamericano Jason Lezak. El ruso es la referencia de los 100 metros, el nadador más perfecto que ha conocido la distancia. Los técnicos no le encuentran ningún defecto apreciable. Quizá no tenga la respuesta nerviosa en el agua de especialistas como Van den Hoogenband, pero su naturalidad es magnífica. Y su dominio de la estrategia no admite comparación. Hubo un tiempo en que Popov concedía espacio a sus rivales en la primera mitad de la prueba. Famoso por sus implacables llegadas, controlaba las carreras con frialdad y estilo. En Barcelona, ganó la carrera desde el primer metro.
Llegó a la final con peor tiempo que Van den Hoogenband, del que nadie dudaba como favorito. Sin embargo, su paso por los Mundiales ha sido menos relevante de lo que se esperaba. Cuando llegó a entrenarse a Barcelona se le vio excesivamente flaco, con mucha menos masa muscular que en los Juegos de Sydney. Había algo vulnerable en su aspecto. El campeón holandés comentó ayer que días atrás se había intoxicado por un alimento en mal estado. Algo dice que sus excelentes series nunca hayan sido rematadas en la final. Fue mejor que Thorpe en las eliminatorias de 200 y mejor que Popov en las semifinales de 100. Pero en las finales ha fracasado. No está en plenitud física. Sus tiempos le delatan: fue segundo en los 100 libre, a un mundo de su récord.
Había un enorme interés por ver la respuesta de Thorpe en una prueba en la que progresa, pero que se le queda corta. El australiano pasó en última posición por los 50 metros. Le falta la explosividad de los velocistas. Cuando pone todas las turbinas en marcha, es demasiado tarde. Thorpe fue el más rápido en el segundo largo (25,10 segundos frente a 25,37 de Popov). Si el gran australiano es capaz de mejorar levemente su rendimiento en la primera fase de la carrera,puede completar el círculo soñado: dominar las pruebas de 100, 200 y 400 metros libre. Mientras tanto tiene que asistir a los diálogos de los especialistas, y ninguno mejor ahora mismo que Popov, que dominó la carrera de punta a punta, con la categoría y la marca (48,42 segundos) de sus mejores tiempos.
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