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Crónica:GIRO | 20ª y penúltima etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

El descanso del maestro

Ante su coronación de hoy, Contador contempla el triunfo de Kiryienka

Carlos Arribas

En crescendo rossiniano, como dicen en Italia; movimiento tras movimiento, y ya llevaba siete, Contador, el maestro, estaba transformando el Giro en una sinfonía, pura fuga, variación y contrapunto, escuela Bach. La afición, que con el tiempo ha aumentado, crescendo paralelo al de la música, hasta casi desbordarse de sentimiento, esperaba impaciente el movimiento de ayer, el de Sestriere, el que debería ser el octavo (recuerden los anteriores: Tropea, el inesperado, fugaz; Etna, el sorprendente; los templados de Grossglöckner; Zoncolan, donde la pasión; Gardeccia; el allegro del Nevegal, y el imperial de Macugnaga, donde la amistad), y algo especial, aunque quizá menos musical, una traca al menos. Sin embargo, el maestro dio un paso atrás; dejó el papel pautado, el atril y la batuta; ocupó, por así decirlo, una butaca en la primera fila del auditorio y se dedicó a escuchar el concierto de sus compañeros de pelotón en la subida a Finestre, la de los 29 tornantes, como dicen en Italia; las 29 curvas de herradura, los siete kilómetros sin asfaltar y las laderas pobladas de espectadores que, como dicen en Italia, esperan como indios ver pasar al séptimo de caballería y sus trompetas.

"Me gusta ir solo. Así gano seguro", dice el bielorruso tras su dura fuga
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Vieron pasar un coro de esclavos verdiano; oyeron el vuelo de un moscardón, una jaula de grillos; también, a un hombre libre, un Glenn Gould, por ejemplo, que, en vez de piano, hizo sonar mágicamente una bicicleta. Y vieron a Contador contemplar, complacido, una composición tan así a la espera de ser coronado hoy en Milán, su segundo Giro.

El lamento de los esclavos que marchan orgullosos se llevaba oyendo toda la semana. También, las órdenes de sus amos. No había ciclista, ni el mejor clasificado ni el último, que, cuando se le daba la oportunidad, no cantara lo agotado que le había dejado la acumulación de puertos, las horas de traslados, el cansancio alojado en los huesos. No hubo tampoco director que no les recordara que el Giro no había acabado aún; que, en realidad, no estaban cansados; que tenía que meterse en la fuga, hacer un último esfuerzo. "No puedo más, pero aún me piden más", resumía Vicioso, ganador de una etapa y ayer, por obligación, en la fuga. "No puedo más", repetía el eco en las grupetas en las que se intentaron organizar los supervivientes para burlar el fuera de control. Andréi Tchmil, el amo del Katiusha, dijo: "A Purito [el líder, el intérprete ayer del vuelo del moscardón, un zumbido repetido en media docena de ataques hasta que pudo irse y terminar tercero] le han faltado una cuarta o una quinta semana para mejorar su quinto puesto o ganar una etapa". Y Purito: "Qué pronto has olvidado, Andréi, que has sido ciclista...". Detrás, la media docena de corredores que luchaban por quedar segundo, o mejor joven, o por equipos, o por entrar entre los 10 primeros, en pura cacofonía por el cansancio profundo, hicieron de jaula de grillos con ataques inacabados, fugas a ninguna parte, resistencia. Contador, a su espalda, contemplaba. Kiryienka, por delante, actuaba.

Kiryienka ganó a lo Kiryienka. Como en el monte Pora hace tres años. Porque es el más duro de los duros. Tras recorrer a más de 40 por hora los 200 primeros kilómetros en una fuga de 13, los 44 últimos, los de los puertos, los hizo solo. "Me gusta ir solo. Así gano seguro", dijo el solista, el bielorruso que vive en Pamplona, ama el orden español y detesta el caos italiano, que interpretó como nadie, ligero de pedalada, al ritmo de su corazón, las dos subidas. Cuando se quedó solo, el pelotón estaba a 6m 15s. Cuando terminó, victorioso y emotivo, se puso las gafas para ocultar las lágrimas al señalar al cielo y homenajear a Tondo, su compañero en el Movistar, "al que le gustaba el ciclismo, sufrir y hasta ganar". Contador llegó a 5m 58s.

Kiryienka dedica la victoria a Tondo.
Kiryienka dedica la victoria a Tondo.G. A. (AP)

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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