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Reportaje:

Cuando los cerdos volaron

En el fragor de la batalla, un punto emergente acaparó toda la atención gracias a la pericia de un fotógrafo del diario AS (otros fueron a la cola): la cabeza de un cochinillo tirada en un corner

Una vieja aspiración de John Toshack se vio cumplida el 23 de noviembre de 2002. Sí, la de ver volar a los cerdos. En un Camp Nou marcado por el odio hacia Figo, a quien el 'soci' culé culpa por su transfuguismo al Real Madrid que nada hizo por evitar Joan Gaspart, la cabeza de un lechazo encontró irremediablemente ese momento de fama que aguarda a todos según la teoría warholiana más kitsch.Para mayor paroxismo, fue en el encuentro que enfrentaba al Barcelona con el eterno rival de afrentas no satisfechas. Esos dos, azulgrana y blancos, que se baten sin fin cual pareja de duelistas napoleónicos.

En el fragor de la batalla, un punto emergente acaparó toda la atención gracias a la pericia de un fotógrafo del diario AS (otros fueron a la cola): la cabeza de un cochinillo tirada en un corner, tajeada por el pescuezo quien sabe si con plato blanco según el arte del inimitable Cándido en Segovia.

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Aquella victoria

El cochinillo de la discordia, uno de los 'misiles' lanzados en busca del cuerpo de Figo, fue el último vapor, aquél que desencadenó la gota fría. Dos partidos de clausura al Camp Nou, sí, al barcelonismo, que por arte de magia aún no los ha cumplido. De ahí, que este sábado 6 de diciembre, día de la Constitución, pueda ser también recordado como el día del Cochinillazo II.

Sillas replegables de madera (que se lo digan a Canito), mecheros (Roberto Carlos sabe un rato), botellas, latas, monedas y demás utensilios arrojatorios de la historia negra del santuario azulgrana (que, por otro lado, forman parte del palmarés delictivo de casi todos los estadios de fútbol) quedaron reducidos a la nada por la grotesca elección.

Gorrinos con la camiseta de Brito y Juanito

Superó el cochinillo incluso a aquel gorrino que saltó al césped con una camiseta y la palabra Brito, pésimo árbitro canario de un escandaloso Barça-Sevilla en el Camp Nou. O a aquel otro porcino navarro que correteó asustado por El Sadar disfrazado con la camiseta blanca y el 7 del mítico pero impopular Juanito. Y es que con guillotina de por medio el impacto es eso, más sangriento. Para risa del demente que tuvo la grasienta idea, para vergüenza de una afición que no es eso.

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