Teodosic funde a un campeón menor
Un 'triplazo' del base serbio acaba con el reinado de una España más brava que acertada
Un triple atómico destrozó a España, un obús de Teodosic justo cuando la defensa se había descuadrado una milésima, cuando Garbajosa le había cedido medio metro en el intercambio de marcaje con Llull. Teodosic no lo dudó. La estocada penetró en el corazón del campeón. Fue cruel. Pero España no jugó todo lo bien que se requería. Si puso a Serbia contra las cuerdas, si le exigió una prueba suprema de que ya está madura para volver a ser la pasada gran Serbia, fue por su bravura general y varias dosis de calidad individual, las que aportaron Navarro y más intermitentemente Rudy. Pero añoró el arrollador juego colectivo que le dio el título hace cuatro años en Japón, el mismo con el que se adhirió la etiqueta de referente mundial y con el que también acabó arrollando en el Europeo de 2009.
SERBIA 92 - ESPAÑA 89
Serbia: Teodosic (12), Bjelica (14), Rasic (-), Velickovic (17), Perovic (2) -cinco inicial-. Krstic (13), Paunic (-), Savanovic (15), Markovic (-), Tepic (2) y Keselj (17).
España: Rubio (3), Navarro (27), Fernández (15), Garbajosa (18) y Marc Gasol (13) -posible cinco inicial-. López (-), Llull (4), Reyes (2), Mumbrú (3), San Emeterio (-) y Vázquez (4).
Parciales: 27-23, 22-18, 18-23 y 25-25.
Árbitros: Estevez (ARG), Kennedy (USA), Aylen (AUS). Eliminados por personales Markovic (Serbia) y Bjelica (Serbia).
Pabellón: Sinan Erden Dome de Estambul. 15.000 espectadores.
España se pasó el partido con el gancho puesto, siempre tratando de arreglar agujeros, de superar situaciones desventajosas, muy ciega ante la defensa a veces en zona mixta, un campo plagado de minas, que le planteó Ivkovic. Llegó a perder por 10 puntos (23-13), varias veces por ocho, la última a cuatro minutos del final (86-78).
En un esfuerzo supremo, con una presión por momentos en toda la cancha, estuvo a punto de revertir la situación en el tercer cuarto (59-62) tras un parcial de 11-0. Pero volvió a ceder y, aunque dio un último acelerón y empató a 89 a falta de 25 segundos, sucumbió ante el triple de Teodosic. Este solo le dejó tres segundos para una acción a la desesperada que acabó mal, con un saque de banda de Navarro y una pérdida del balón de Garbajosa.
El equipo español pagó caros sus desajustes defensivos, la leve pero decisiva desventaja en el surtido de recursos, tanto humanos como tácticos, y la falta de una referencia en el juego interior como la de Pau Gasol. Imposible obviar la ausencia del doble campeón de la NBA. España no logró suplantar su figura. Por más que haya progresado su hermano Marc, que firmó tablas en su duelo con Krstic; por más que Vázquez y Reyes se dejaran la piel.
Serbia ganó porque tuvo más de todo. Más aportación de cada uno de sus jugadores, más engrase en los relevos, más sutileza en la dosificación... España se vio sobrepasada. Ni se defendió ni combinó bien. No le funcionó la zona y se tragó una salva de triples, hasta 15. Demoledores y sin respuesta porque Rudy y Llull firmaron entre los dos 0 de 8 intentos.
Desajustada en los marcajes, España remó a contracorriente. Bjelica congeló a Rudy en el primer tiempo. Más alto y veloz, no le dio resuello. La defensa sufrió frente a la versatilidad del joven alero y las punzadas de Teodosic. El base del Olympiacos presume de lo que, por ahora, más carece Ricky, la capacidad para tirar por el camino de en medio y anotar con soltura. A la garra y rapidez de los exteriores serbios respondió Scariolo dando cuerda a Llull como relevo de Ricky, pero España pagó su desventaja en la dirección y flojeó ante Teodosic.
Las costuras de la defensa española saltaron hechas pedazos por donde se había vaticinado. Velickovic brindó un estupendo duelo con Garbajosa. Se desafiaron a triples. Pero no encontró España antídoto contra los latigazos que salieron del banquillo serbio ni contra Savanovic, decisivo en el penúltimo tramo, ni contra Keselj. La rúbrica de Teodosic envía a España a la lucha por el quinto puesto, una condena sin aliciente para un equipo que lleva cuatro años en las grandes finales. Un desconsuelo para un campeón.
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