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Reportaje:PEKÍN 2008 | Faltan 130 días para los Juegos

"Romper platos es un placer"

Mario Núñez, arquitecto y tirador a partes iguales, quema 20.000 cartuchos al año para conquistar el oro en la modalidad de 'skeet'

Diego Torres

"Un plato es un blanco mucho más difícil que una paloma", dice Mario Núñez. Hay que verlo. Lanzado por un resorte, el plato no necesita batir alas. Sale de la caseta a 85 kilómetros por hora y vuela a tres metros de altura. Mario, que tiene la guardia baja, encara la escopeta. Pone la mejilla contra la culata de nogal y emprende una breve carrera imaginaria. Sigue la sombra fluorescente con la punta del cañón, la adelanta y aprieta el gatillo. El estallido es seco. El retorno, un golpetazo en la clavícula. En el otro extremo del arma, los perdigones se abren en una nube de 40 centímetros. Alcanzan al plato a 15 metros. La brea se parte en pedazos rojos. Toda la operación dura menos de un segundo.

"El tiro es un deporte mental", aclara; "la clave está en saber relajarte y activarte"
"Todos tenemos potencial de medalla. El éxito no depende de entrenarse más"
Tiro Olímpico en Pekín 2008
Españoles con pasaporte olímpico

Esa tarde Mario rompe 100 platos. Interioriza 100 rutinas, visualiza 100 estallidos, apunta 100 veces. El sol se pone sobre la sierra. El entrenamiento ha sido breve, de poco más de una hora, casi familiar, en un entorno de empresarios, armeros y niños que corretean por el césped coleccionando cartuchos usados y esperando tener los brazos suficientemente largos para coger su escopeta. El club de Tiro Cantoblanco es un reducto lo más parecido al casco de un cortijo. Está emplazado entre colinas cubiertas de encinas y pinos, en el norte de Madrid. Es la clase de atmósfera en la que se ha criado Mario. El tirador se prepara para competir en los Juegos Olímpicos de Pekín en la modalidad de skeet (ha de romper 150 platos desde ocho posiciones distintas). Lo hace en su mundo, acompañado por amigos y empleados a los que conoce de años. El operario que maneja el dispositivo que lanza los platos es un anciano que remite a Los santos inocentes. Señala una pendiente seca y, con un hilo de voz cantarina, comenta algo sobre el efecto destructivo de la civilización: "¡No veas qué antojadizo era ese cerro para los sinsontes, los chorlitos y las codornices!".

Mario desarma la escopeta, se quita las gafas especiales y hace una reflexión mientras guarda las cosas: "Cuando rompes el plato, sientes placer". "Y, cuando no lo rompes", prosigue, "te dan ganas de ir corriendo tras él para romperlo a patadas. Para eso trabajo. Por si fallo, para controlar mi mente y olvidar de inmediato. Si te obsesionas, si no te concentras en el próximo plato, estás perdido. Éste es un deporte muy psicológico. Las rutinas te aíslan mentalmente. Como en el golf, todo consiste en mejorar un gesto hasta la perfección. Cuando lo consigues, sientes plenitud".

Mario nació en Madrid en 1980 y desde que tiene memoria manipula armas. La que llevará a los Juegos es, en sus palabras, "la mejor escopeta del mundo". Una Kemen, fabricada a medida por Juan Luis Sarriugarte en su taller de Elgoibar. "Mi escopeta se hace con el mejor cañón, seleccionado de una producción de cien", advierte Mario; "tiene que ser como un traje a medida. El arma debe adaptarse al tirador. Para eso viene un culatero a Madrid. El hombre trabaja la madera en el campo de tiro, la esculpe, adaptándola a mi cara".

Mario alcanzó la cima de su deporte cuando ganó la Copa del Mundo, en Belgrado, en 2005. Ese día, en el campo de Kovilovo, culminó la hazaña de romper 149 platos de un total de 150 lanzados. Fue el récord mundial y le valió el oro. La plata tuvo que colgársela el niño prodigio del tiro estadounidense, el enigmático Vincent Hancock, que entonces contaba 16 años y hoy es el favorito para Pekín.

Hasta que Hancock recuperó la plusmarca rompiendo 150 platos de 150, en 2007, su oponente madrileño se dio el gusto de desafiar al mito. Le arrebató el récord durante dos años. Pero nunca será como Hancock. Ésa no es su filosofía. "Hancock dispara 80.000 cartuchos al año en entrenamientos", explica; "su padre le tiene prohibido practicar otros deportes. Se ha hecho militar y le han internado en una base de Fort Benning. Vive en un campo de tiro. Cuando vuelve del colegio, antes de hacer los deberes, rompe 125 platos".

La vida de Mario es más distraída. "Yo compagino mi preparación para los Juegos con la arquitectura", dice; "para mí, el tiro no es el futuro profesional. Es un hobby. Yo ahora estoy haciendo la tesis de fin de carrera, un proyecto de centro de alto rendimiento. Además, estoy trabajando en el estudio de mi padre. En un día normal me puedo levantar a las 6.45 para ir a una obra en Ávila, a controlar la construcción de unos chalets. Bajo después del mediodía, me voy al club, dibujo algo, como, me entreno y vuelvo a casa. Es agotador y lo hago por los Juegos. El año que viene no repetiré".

"Yo debo disparar unos 20.000 cartuchos al año", continúa; "si hiciera lo que hace Hancock, llegaría quemado".

"Éste es un deporte mental", aclara. "La clave está en saber relajarte, activarte para competir y desactivarte. La gran diferencia entre el tiro y los otros deportes es que la mayoría de los tiradores que llegamos a los Juegos sabemos que tenemos el potencial de ganar el oro. Aquí el éxito no depende de entrenarse más o de mejorar la técnica. Yo sé que puedo romper 149 platos porque lo he hecho. Si no te dejas abrumar por la presión, la medalla es tuya".

Mario tiene un técnico estonio. Se llama Peeter Pakk y se deduce que su papel no es decisivo: vive en su país. La labor del psicólogo Paco Tobal ocupa un lugar más importante. "Nos juntamos todas las semanas a entrenar la concentración, las rutinas, los pensamientos positivos y la relajación", dice Mario. De su puesta a punto mental depende que el día de la prueba esté en disposición de romper al menos 122 de 125 platos. Lo mínimo para pasar a la final.

La rutina de concentración es inquietante por simple. Mario la describe: "Yo entro en el planché [plataforma desde la que se dispara] y durante cinco segundos imagino los platos, los veo salir y me veo tirándoles. Cierro la escopeta, miro la punta, me coloco en posición y dirijo los ojos a la caseta de salida. Entonces pido el plato: ¡Pull!".

Mario Núñez, con su escopeta en la sede del Consejo Superior de Deportes.
Mario Núñez, con su escopeta en la sede del Consejo Superior de Deportes.LUIS SEVILLANO

Mario Núñez

- Nació el 2 de mayode 1980 en Madrid. - Mide 1,74 metrosy pesa 85 kilos.- Es arquitecto. Aseguraque el tiro es un hobby.- En 2005 ganó la Copadel Mundo de Skeet. Rompió 149 de un total de 150 platos. Fue el récord mundial.- En la última Copa del Mundo, en Estados Unidos, quedó décimo.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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