La Romareda resucita al Barça
Ronaldinho, de penalti tonto, da la victoria a los azulgrana sobre un Zaragoza que falló otro máximo castigo
La Romareda nunca fue un sitio de paso para el Barça. Los azulgrana han protagonizado actuaciones solemnes en el sitio de Zaragoza, encuentros para ser recordados, momentos capitales en muchas temporadas. Fue en la cancha aragonesa donde el dream team gestó su épica liguera después de un 6-3, donde Ronaldinho fue sustituido por vez primera en un partido de Copa que acabó mal para los barcelonistas y donde Rijkaard invocó a Cruyff hace un año para salvar un match-point con un 3-4-3 que causó la admiración de los nostálgicos. El encuentro de ayer no fue una excepción. No por el fútbol, más bien escaso, sino por una jugada de penalti que también se recordará porque supuso el triunfo azulgrana. La Romareda tiene definitivamente encanto para un Barça especialmente afortunado.
ZARAGOZA 1 - BARCELONA 2
Zaragoza: César; Diogo, Ayala, Sergio, Juanfran; Gabi, Zapater (Celades, m. 79), Luccin, Sergio García; Diego Milito y Oliveira (Óscar, m. 75) No utilizados: López Vallejo; Paredes, Pavón, Matuzalem y Herrero.
Barcelona: Valdés; Puyol, Márquez, Gabi Milito, Abidal; Xavi, Edmilson (Touré Yayá, m. 57), Deco; Messi ( Bojan, m. 79), Henry y Giovani (Ronaldinho, m. 75). No utilizados: Pinto; Gudjohnsen, Iniesta y Thuram.
Goles: 0-1. M. 33. Henry, tras ayudarse con el antebrazo en el control. 1-1. M. 52. Oliveira, de tiro cruzado. 1-2. M 82. Ronaldinho, de penalti.
Arbitro: González Váquez. Mostró la tarjeta amarilla a Giovani, Luccin, Márquez, Juanfran, Diego Milito y Diogo.
35.000 espectadores en La Romareda.
La mano de Juanfran fue una reacción infantil después de una jugada inocua
El Barça se ha puesto a cinco puntos del Madrid cuando el líder aspiraba a sentenciar la Liga. La derrota blanca exigía su victoria para recuperar sus aspiraciones y los azulgrana despacharon al Zaragoza con un gol de Henry que el árbitro pudo anular y un penalti que pudo ahorrarse porque la acción de Juanfran era irrelevante. El intervencionismo del colegiado y las circunstancias jugaron a favor del Barça. Pero, a fin de cuentas, los azulgrana fueron mejores hasta el descanso, aunque peores en la reanudación.
La plantilla está mal confeccionada y el equipo peca por exceso o defecto, pero al Zaragoza siempre le ha animado su capacidad para hacer partidos sobresalientes frente a los rivales más cualificados. Irureta no fue ajeno a la tradición y plantó un once con los dos delanteros titulares. A los grandes jugadores les encanta disputar los encuentros más exigentes y tanto Diego Milito como Oliveira garantizan oportunidades y goles: 25 suman. La clarividencia del Zaragoza contrastó con las dudas que despertó la alineación del Barça por la ausencia de Iniesta y la presencia de Edmilson, dos centrocampistas, la línea cuestionada por Cruyff. Los azulgrana mezclaron la mejor defensa con un ataque a gusto de los delanteros: Messi quedó volcado a la derecha, Giovani a la izquierda y Henry como ariete.
El Barça abrió bien el campo mientras el Zaragoza apelaba a las transiciones rápidas de sus puntas. Jugaban los blanquillos al espacio, con celeridad y determinación, y combinaban los azulgrana, que descargaban el juego preferentemente en Giovani, excelente cuando se perfila desde la izquierda porque da profundidad y centra al área. A cambio, al mexicano le cuesta encontrar la portería, como a la mayoría de sus compañeros. El problema del Barça no es propiamente de elaboración, que a veces también, sino de definición. Le cuesta generar ocasiones por su barroquismo y difícilmente acaba las jugadas. A simple vista, al Zaragoza se le veía más selectivo, sobre todo porque remató con saña las dos veces que Oliveira y Milito alcanzaron el área de Valdés. Falsa impresión.
El partido se decantó a favor del Barça en una acción poco ortodoxa, confusa, después de un centro de Deco que Henry empujó a la red tras un control sospechoso porque no se apreció si se ayudaba con el antebrazo o el pecho. Sin embargo, el Zaragoza asumió la jugada con tanta resignación, sin protestar, que nadie dudó de su validez. Escaso de juego, el cuadro de Irureta especulaba mucho, excesivamente entregado a sus delanteros, exigidos por los pelotazos de medios y zagueros.
Oliveira pilló uno en buenas condiciones y forzó el penalti de Márquez. Pero Diego Milito desperdició el lanzamiento.
Se espabiló el Zaragoza en la reanudación mientras el Barça se acomodó al marcador. Recularon los barcelonistas, cerraron mal sus zagueros, y los zaragocistas se fueron a por el partido con mucha fe desde la línea de medios. Valdés le negó el gol a Milito antes de que empatara Oliveira en un pase al hueco, mal controlado por el Barça, desconectado y desnudo por la pérdida de la pelota. El encuentro adquirió entonces un punto de tensión e incertidumbre sobresaliente. Los dos porteros quedaron expuestos de forma reiterada y la rueda de cambios aceleró todavía más la contienda hasta que el partido rompió en una acción sorprendente. El árbitro pitó penalti por una mano de Juanfran en una reacción infantil y tonta después de una jugada intrascendente e inocua. No pareció intencionada. Nadie habría protestado seguramente si nada hubiese señalado el árbitro porque la bola dio entre el brazo y el pecho y, sin embargo, a González Váquez le dio un ataque de importancia y ofreció a Ronaldinho la posibilidad de marcar un gol decisivo para dar emoción a la Liga. La Romareda resucitó nuevamente al Barça.
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