De la 'Liga de las alubias' al torneo del 'sushi'
Malouda, del Chelsea, critica los entrenamientos y la alimentación en la 'Premier', radicalmente alterados por la influencia de Wenger
La revolución del inspector Clouseau todavía no ha triunfado. La Liga de las alubias está viva. Y el deporte sentido como una guerra sigue vigente en la mayoría de los equipos de la Premier. Todo eso vino a decir la semana pasada el francés Malouda, un prodigio físico fichado este verano por el Chelsea. "Las sesiones de entrenamiento aquí dan miedo", avisó. "Son como los partidos. Sales desfondado. De hecho, durante los encuentros de verdad parece que los cerebros de todo el mundo estén apagados. La gente juega por instinto. En el Chelsea no controlan lo que comemos. Te puedes tomar lo que quieras, beber una Coca-Cola o lo que sea. Es bueno que haya venido aquí con 27 años: no he seguido la misma dieta que el resto de jugadores".
"En Japón no hay gordos. Comen arroz y vegetales", explicó el técnico a su equipo
"Quedar para cenar es una pérdida de tiempo. Quedan a beber", dice Aranalde
"En el Liverpool está muy controlado. Tenemos un 'buffet", apunta Xabi Alonso
El enfado de Malouda es sorprendente por dos cosas. La primera: José Mourinho, el ex entrenador del Chelsea, profesionalizó los menús del equipo hasta el punto de contratar a Toni, sardo, aficionado del Inter de Milán, y cocinero del hotel en el que se concentraba el equipo. El trabajo de Toni lo supervisaba un médico. La segunda: Arsène Wenger lleva entrenando en la Premier League desde 1996.
El francés llegó al Arsenal con la misión de desmontar una plantilla liderada por un alcohólico, Tony Adams. Los gunners, en realidad, resumían las más rancias tradiciones del fútbol inglés, que hoy sobreviven de mitad de la tabla para abajo: judías y tostadas, carne asada y hamburguesas para comer. Cervezas tras los entrenamientos y los partidos. Vida en el pub. Cero verduras. Cero pescado. El defensa Lee Dixon le recibió diciéndole que parecía un profesor de geografía. Y Ray Parlour, toda una institución en el equipo, imitándole como si fuera el inspector Clouseau. Luego, la revolución que transformó a los mejores de la Premier. Todo empezó con un cronómetro, la Liga japonesa y el sushi.
"He vivido dos años en Japón y ahí probé la mejor dieta que nunca tuve", anunció Wenger en el vestuario. "Se basa fundamentalmente en vegetales hervidos, pescado y arroz. Sin grasas, sin azúcar. Cuando vives en Japón te das cuenta de que no hay gordos. Creo que en Inglaterra coméis demasiado azúcar y carne y no las suficientes verduras". Hubo jugadores que quisieron salir corriendo. El primero, Ian Wright, que hoy es la imagen de una campaña para enseñar a comer bien a los niños ingleses. Cuando le explicaron que tenía que comer brócoli, además de qué era el brócoli, se horrorizó.
"Wenger prohibió la Coca-Cola, acabó con las alubias en los desayunos y las cervezas en el autobus después del partido", recuerda Silvynho, antes en el Arsenal y ahora jugador del Barça. "Es estúpido trabajar duro toda la semana y desaprovecharlo por no prepararse apropiadamente", insistió Wenger a sus jugadores. Y los entrenamientos se acortaron. Cada ejercicio se empezó a medir con un cronómetro. Los estiramientos, una excepción hasta entonces, se hicieron habituales, así como la asistencia de un osteópata francés, el uso de suplementos vitamínicos y las visitas al Sopwell Hotel: estaba frente a las viejas instalaciones del Arsenal, tenía piscina, gimnasio y, sobre todo, cocina mediterránea. Antes del técnico francés, la pasta blanca, sin salsas; los vegetales y el aceite de oliva, la dieta mediterránea, eran una excepción en la Premier. Hoy, una generalidad en toda Gran Bretaña. En el Manchester United, por ejemplo. "Ahí la comida es parecida a la de otro equipo europeo", explica Walter di Salvo, preparador físico del Madrid, que lo fue durante tres años del equipo inglés. "Tienen nutricionista y trabajan sin ningún problema. Comen dieta de deportista, comida mediterránea".
"En el Liverpool ese tema está muy controlado", explica Xabi Alonso. "Tenemos un buffet donde comemos cada día. También hay consignas si comes fuera. Según los análisis que te hacen, te recomiendan comer unas cosas u otras. La alimentación es propia de deportistas".
"Comemos exactamente igual que en España, pero aquí está mejor organizado", coincide David Fernández, del Kilmarnock escocés. "Podemos comer en el club. Lo que cambia es que aquí se come bastante más tarde: comes a las 12 y juegas a las 3". ¿No queda nada de los viejos tiempos? "Una vez al año", explica Fernández, "tenemos la Christmas Night Out. Estás dos días seguidos bebiendo, sólo los jugadores, sin las mujeres, para hacer equipo y con permiso del club. Jugamos de 5 a 7 de la tarde. Luego nos vamos a cenar y hasta cuando sea. Al día siguiente nos levantamos, vamos a ver carreras de caballos, por ejemplo, y seguimos... hay quienes se quedan inconscientes en dos horas, y quienes ni beben. Depende de cada uno".
"Quedar para cenar con el equipo es una pérdida de tiempo. Ellos quedan a beber, no a cenar", cuenta Aranalde, jugador del Carlisle, de la Second Division. "No deja de sorprenderme que comiendo como comen puedan correr como corren. Yo sigo una estricta dieta mediterránea convencido de que es básico. Ellos comen guisantes con salsa, alubias, purés de patata... tres horas antes del partido".
"Para ellos la cultura es ésa: fútbol y cervezas", coincide Roberto Fernández, entrenador del Swansea, que no ha prohibido las fiestas, pero ha fijado un límite de cervezas. "Los jugadores son listos y lo entienden. Son muy profesionales. Si les dices que entrenen en gallumbos, se entrenarán en gallumbos. Pero hay cosas que pertenecen a su cultura y debes ir con cuidado".
Malouda sufre un choque cultural. Aún así, debe darle gracias a Wenger. Si hubiera llegado hace 10 años, Malouda estaría bebiendo cervezas hasta en los entrenamientos.
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