La vida como práctica de riesgo
En Jared has aides, episodio de la sexta temporada de la serie South Park, Trey Parker y Matt Stone, en su a veces exasperante esfuerzo por pulsar los límites de la corrección política, llegaban a la conclusión de que, 20 años después de la irrupción de la enfermedad en la escena pública, ya resultaba lícito bromear acerca del sida. En el fondo, el presunto atrevimiento de Parker y Stone era una punta de iceberg: el reciclaje de la vieja amenaza bajo la apariencia de la enfermedad crónica propicia la desmemoria y la insensibilidad frente a una tragedia que sigue condicionando nuestra realidad y nuestros protocolos afectivos y sexuales. Por todo esto, Los testigos, de André Téchiné, es una película necesaria, que levanta acta de la irrupción de la epidemia en la esfera cotidiana y recorre su eco a través del tiempo, sirviéndose de un complejo entramado de relaciones que bien podría funcionar como mapa de un hipotético contagio. Pero, aunque la idea de la transmisión del virus sustenta el suspense de algunos momentos, Téchiné utiliza el concepto de contagio más bien como paradigma narrativo: en Los testigos se contagia la incomunicación y el prejuicio, pero también la pasión, la comprensión y la entrega, entre muchas otras cosas.
LOS TESTIGOS
Dirección: André Téchiné. Intérpretes: Michel Blanc, Emmanuelle Béart, Sami Bouajila, Johan Libereau. Género: drama. Francia, 2007. Duración: 114 minutos.
Al contrario que el Roger Spottiswoode de la televisiva And the Band played on (1993), Téchiné entiende que la retórica del cine de catástrofes no es la apropiada para hablar de un cataclismo que operó de una forma demasiado sutil, transformando la normalidad de muchos en lo que se dio en llamar prácticas de riesgo. Los testigos, que convierte a la un tanto inverosímil escritora que interpreta Emmanuelle Béart en su voz narrativa, tiene forma, estructura, espíritu y textura de gran novela: una falsa saga familiar, cuyo sujeto colectivo se va armando mediante una red aleatoria de afinidades, afectos y deseos, y donde la irrupción de lo fatal partirá en dos el tono y la pulsación del conjunto.
Podría argumentarse que, en cierto sentido, Los testigos es casi un ejercicio de cine colosalista aplicado al intimismo. Téchiné carga el metraje de temas, personajes y relaciones, al tiempo que refrena toda tendencia al melodrama y al sentimentalismo manipulador. El cineasta está tan fino, en este sentido, que el crítico puntilloso sólo podría reprocharle los sospechosos segundos de más que detiene su mirada sobre la imagen de un bebé, cuyo padre está a la espera de diagnóstico.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.