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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El lado oscuro de la cama

Javier Ocaña

El desconocimiento de la persona con la que se comparten expectativas, cama, presente y futuro, ha dado lugar en el cine y en la vida a numerosas historias para no dormir. Un día se está agarrado a un cielito lindo que vela por tus ilusiones y poco después a un animal que no hace más que golpearte la existencia y hasta la cara. Justo lo que le ocurre a la abogada de éxito de Toda la verdad, felizmente casada con un encanto y que, de pronto, ve cómo el hombre que cada noche habitaba el otro lado de la cama ni siquiera se llama como ella creía y pudo haber sido un militar de EE UU con ocho asesinatos de mujeres y niños salvadoreños a sus espaldas.

El enfrentamiento entre apariencia y realidad, entre creencias cotidianas y verdad suprema ya era el tema central de la anterior película de Carl Franklin, director de Toda la verdad. En Cosas que importan (1998), el recital interpretativo a cargo de Meryl Streep -con un personaje al borde de la muerte a causa del cáncer- despistaba a la hora de valorar el verdadero tema central de la historia, cómo una hija treintañera se topa de bruces con la mentira de la vida: su padre culto, trabajador, perfecto e idolatrado ha sido siempre un insensible, sinvergüenza, egoísta y adúltero, y lo que ella estimaba como la mitad mari de su ascendencia es la que realmente merece el recuerdo.

TODA LA VERDAD

Director: Carl Franklin. Intérpretes: Ashley Judd, Morgan Freeman, Jim Caviezel, Amanda Peet. Género: intriga judicial. EE UU, 2002. Duración: 115 minutos.

Los desmanes por parte de miembros del ejército americano fuera de sus fronteras y la habilidad de las altas instancias para encubrir judicialmente asuntos turbios también han sido habituales (véase el extraño pacto con el talibán americano hace unas semanas). Pero Carl Franklin ha huido de cualquier posibilidad de hurgar en la herida. Toda la verdad podría haberse convertido en un thriller judicial al estilo de Algunos hombres buenos. Agua. También podría haber sido un drama familiar sobre el descubrimiento de secretos al estilo de La caja de música; de hecho, ambas películas comparten a una abogada que tiene que defender a un familiar acusado de oscuros crímenes del pasado. Agua.

Franklin no quiere ser Costa-Gavras, habitual Pepito Grillo de la conciencia política. Está más preocupado por ofrecer a la audiencia sustitutos de rutinario thriller, luchas finales vistas mil veces y un epílogo tan feliz como innecesario, que por mostrar el proceso psicológico de una persona a la que se le cae un mito.

Franklin confirma una vez más la sombría evolución sufrida por ciertos directores del cine independiente americano cuando son adoptados por los grandes estudios de Hollywood. Con Un paso en falso (1992), su notable segunda película, demostró un pulso especial para el thriller y se dio a conocer en todo el mundo gracias a su estilo seco, áspero. Pero ya en El demonio vestido de azul (1994) se advirtió un evidente adocenamiento, corroborado en la parte final de Cosas que importan.

En Toda la verdad, como en El coleccionista de amantes, Morgan Freeman y Ashley Judd demuestran que entre ambos hay una química especial, y el ultracatólico en la vida real Jim Caviezel revela una vez más un rostro inquietante, pero eso es muy poca cosa, porque al final la desganada línea Durmiendo con su enemigo termina imponiéndose en una película con posibilidades.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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