El clasicismo no era esto
Hace cinco años, el habitual actor Carlos Iglesias debutó como escritor y director de largometrajes con Un franco, 14 pesetas, ejercicio de corte nostálgico sobre la emigración española al extranjero en los años sesenta, con la que aspiraba a ser algo así como el hijo imposible de Antonio Mercero y acabar enganchando a la parte más popular de la platea. Algo que se corroboró con una más que decente recaudación en salas y, sobre todo, con un exitoso primer pase televisivo a través del programa Versión española (1.700.000 espectadores que, si hubiesen pasado por taquilla, la hubiesen convertido en la película del año), lo que venía a indicar que en este tipo de productos está más interesado el de la poltrona en el sofá que el que sale de su refugio para pagar su entrada.
ISPANSI (ESPAÑOLES)
Dirección: Carlos Iglesias. Intérpretes: Carlos Iglesias, Esther Regina, Eloísa Vargas, Isabel Blanco. Género: drama.
España, 2011.
Duración: 100 minutos.
Iglesias aspira a ser el nieto de David Lean y el descalabro es mayúsculo
Con Ispansi (Españoles), su segundo trabajo, apunta mucho más lejos: una película río, de amplia cobertura temporal, sobre los niños de la guerra emigrados a Rusia, de espíritu más grande que la vida, con la que aspira a ser el nieto imposible del David Lean de Doctor Zhivago, aunque con bastante menos dinero para la producción y, por qué no decirlo, infinito menos talento. Y el descalabro es mayúsculo.
La grúa con la cámara que se eleva en el momento justo. El plano cenital esperado. El grito desgarrador hacia el cielo. La cámara lenta. La música que sube, y sube, y sube. Se ve que Iglesias ha estudiado la puesta en escena de los clásicos, pero de la teoría a la práctica hay un trecho. Porque, definitivamente, el clasicismo no era esto. Ispansi se conforma así como un simulacro de grandilocuencia de temible retórica, como un gag paródico de una gran producción de Hollywood inmersa en un programa de humor, dotado de un simbolismo introducido con calzador (la mujer en la ventana tras la lluvia, el tren de la vida, la muerte en el banco bajo la nieve...) y una verbalización del mensaje inspirada en el lugar común ("en los dos bandos se cometieron brutalidades"; "unos tenían la razón y otros no", y otros cuantos de este corte).
Iglesias, además, alimenta su guion con una escritura informativa cargada de datos (sobre los personajes, sobre los sentimientos de estos, sobre la situación de la guerra, sobre el pasado...). Todo se explica, mientras los personajes dicen cómo son mientras apenas se muestra cómo son. Una sistemática que, por desgracia, conlleva una rémora más: provoca que los diálogos nunca fluyan con naturalidad y que los actores, de tercera fila que demuestran serlo, interpreten en la mayoría de sus pasajes con un exasperante tono recitativo.
Eso sí, en su primer pase televisivo puede que vuelva a arrasar con la audiencia.
Babelia
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