Resbalón marino
El espionaje industrial ha provocado que, en un plazo de alrededor de un año, las dos todopoderosas casas de dibujos animados de Hollywood, Disney (a través de Pixar) y DreamWorks, estrenen películas ambientadas en el mismo lugar y protagonizadas por semejantes personajes. Lo normal en estas ocasiones es que la primera en salir al mercado sea la más favorecida, la que resulte más original, pero es que en este caso ni siquiera cabe la comparación.
Sin necesidad de acudir a la incuestionable calidad de Buscando a Nemo y de sus creadores, El espantatiburones es un resbalón artístico en la carrera de los productores Jeffrey Katzenberg y Steven Spielberg. Aún está por ver si esa caída se traduce en dinero (algo inimaginable teniendo en cuenta su poderío publicitario y que los niños están deseando agarrar una mano adulta y sacar unas cuantas entradas a la menor oportunidad), pero el guión de su nuevo trabajo es indigno de un sello que ha producido obras como Shrek.
EL ESPANTATIBURONES
Dirección: Bibo Berjeron, Vickie Jenson, Rob Letterman. Intérpretes: Will Smith, Robert de Niro (voces). Género: comedia animada. EE UU, 2004. Duración: 90 minutos.
El primer error de El espantatiburones es no dejar claras desde los primeros minutos las intenciones de su aventura. La película se inicia con la mezcla en paralelo de dos historias que tardan demasiado en unirse: la de un arrogante pececito con poca afición por el trabajo y la de un vegetariano tiburón hijo de mafioso que no quiere comer pescado. No es hasta bien entrada la media hora de metraje, es decir, más de un tercio, cuando queda más o menos claro su objetivo. Hasta entonces se suceden las tramas secundarias sin que a los niños (y por qué no, a los mayores) les sea fácil encontrar un personaje con el que identificarse, al que agarrarse para vivir con él su peripecia. A los diálogos les falta ingenio, gusto por el detalle, y les sobran una excesiva dependencia de películas anteriores (los pocos momentos de divertimento serían impensables sin el control de todos los códigos de El padrino y Tiburón, cosa materialmente imposible para los chavales) y un desmesurado uso del lenguaje de colegueo, abrasando al respetable con continuas expresiones del tipo "guay", "tío", "chachi", "mola", "súper" y mil etcéteras.
Por otro lado, la versión doblada (que es la que se ha ofrecido a la prensa y, de todos modos, la que van a ver el 95% de los españoles) acusa el continuo tono lastimero de Fernando Tejero, intérprete del pez protagonista, lejos del torrente de recursos vocales de Will Smith en su versión original, lo que lleva a que sea imposible quitarse de la cabeza el rostro del cómico español de moda. Una contrariedad que se ve acrecentada por el arbitrario recurso de los responsables de la traslación al español, que han incluido de motu propio expresiones tan identificables con Tejero como "¡Un poquito de por favor!".
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.