Puesta de largo
Un humilde corto de animación, A Grand Day Out, puso de repente en el mercado no sólo tres nombres, sino también el embrión de lo que sería todo un estudio especializado en dibujos animados, Aarman. Los nombres eran los de sus dos personajes: el inventor Wallace, como buen británico que se precie, un punto loco, muy excéntrico y amante desaforado del queso; y su más que simpático, mudo, enigmático pero eficaz perro de compañía, Gromit, algo así como su álter ego, o con más propiedad, el único ser capaz de entender al apacible y sin embargo enloquecido inventor. Y sobre todo el de Nick Park, el padre de estas criaturas, que ingresaron desde entonces, y con todos los honores, en el cuadro de las más felices creaciones de la animación europea de todos los tiempos.
WALLACE & GROMIT: LA MALDICIÓN DE LAS VERDURAS
Dirección: Nick Park y Steve Box. Intérpretes: película de animación. Género: animación. Reino Unido, 2005. Duración: 85 minutos.
Han tenido que pasar varios años, varios cortos y un largometraje de éxito planetario, Chicken Run (Evasión en la granja), para que veamos por fin a Wallace y Gromit protagonizando hora y media de peripecias en un país que no se parece a ninguno, pero en el que abundan urbanitas obsesionados por la cría de hortalizas gigantes, una aristócrata amante de los cultivos de todo tipo de frutos, un aspirante a marido con instintos asesinos con perro haciendo juego, un párroco alucinado que aprovecha cualquier ocasión para lanzar los más disparatados sermones...
De todo esto hay en La maldición de las verduras, y algunas cosas más: un uso particularmente afortunado de la referencia cinéfila, posibles genéricos que convierten un peculiar filme de animación en un inteligente pastiche hecho de iluminaciones de cine negro, un tratamiento del suspense propio del cine de terror, situaciones calcadas (homenajes, en realidad) a obras literarias y películas fantásticas que van desde El Dr. Jeckyll y Mr Hyde hasta King Kong, ambientes tomados en préstamo de las adorables, espléndidas comedias inglesas de la Ealing... todo cabe en este filme amable y entretenido.
Pero tal vez lo más sorprendente sea, a pesar de algún momento en el que lo que ocurre se hace ligeramente previsible, la galería de personajes, todos muy burgueses, un punto histéricos y con motivaciones lunáticas, empezando por los propios protagonistas. Su bonhomía, pero también su surreal sentido de lo cotidiano, terminan dotando al filme de un aire extravagante y muy personal, capaz de ser degustado por públicos exigentes, pero también por los más pequeños de la casa, algo al alcance de muy pocas películas de animación hechas en estos tiempos que corren, y que hacen de La maldición... una cálida recomendación para espíritus sensibles y niños despiertos.
Babelia
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