Inquietante aunque aligerado Chacal
En esos lugares frecuentemente inhóspitos que son los festivales de cine, que imponen al cronista diario la obligación sacerdotal de ver y comentar todas las películas que compiten en las tantas veces fatigosa sección oficial, ocurre a veces que esos horarios coinciden o se cruzan con películas y ciclos que verdaderamente despiertan tu interés por su temática o por sus autores y a las que lamentablemente tienes que renunciar. Debido a ello, solo pude ver en el último Festival de Cannes las tres primeras horas de Carlos, concebida por el director Olivier Assayas como una serie de televisión de cinco horas y media dividida en tres episodios. Abandoné la sala con pena, lamentando tener que quedarme a la mitad de esa trepidante y compleja biografía de un personaje tan tenebroso como magnético.
CARLOS
Dirección: Olivier Assayas.
Intérpretes: Édgar Ramírez, Alexander Scheer, Nora von Waldstatten, Ahmed Kaabour.
Género: drama. Francia, 2010.
Duración: 145 minutos.
En el estreno de Carlos en las pantallas de este país sigo con la mala suerte de ver troceadas, con cortes e impuestas elipsis, las aventuras, enigmas, datos constatables e imaginados claroscuros y ausencias del terrorista más popular y temido en las décadas de los setenta y de los ochenta. Han reducido el metraje original de Carlos para la exhibición en el cine a 2 horas y 45 minutos. Lógicamente, por mucha habilidad y sensatez que se aplique a la tijera, hay bastantes cosas que se quedan en el aire, personajes que aparecen o desaparecen sin mucho sentido, historias con las que te aclaras a medias, la inconfundible sensación de que se ha alterado el ritmo narrativo que pretendía su inteligente creador. Y me quedo con el anhelo de que la exhiba en poco tiempo Canal + como serie de televisión o de que aparezca sin demora en DVD.
Aclaradas esas limitaciones, lo que queda de Carlos es una película muy atractiva, dotada de clima, reconstrucción de una época, situaciones y personajes que desprenden realismo y veracidad. Olivier Assayas sigue la pista de un venezolano llamado Ilich Ramírez Sánchez desde su juventud en Londres, convencido de que al imperialismo solo se le puede combatir con la lucha armada, con el terrorismo internacionalizado, hasta su detención definitiva 20 años después en Sudán por los servicios secretos franceses. Desde el principio este inquietante fulano fue un hombre de acción que se aburría hasta la desesperación en los tiempos muertos, cuando las circunstancias o las órdenes del dirigente palestino Wadi Haddad, su primer empleador e indeseado jefe, le imponían estratégicas retiradas y vacaciones forzosas. Carlos representa la osadía y la determinación, el amor a las armas y al sexo, el desprecio absoluto por la vida ajena, la convicción inquebrantable de quienes son los buenos y los malos. Con el tiempo, el abanderado de la revolución a través del terrorismo descubrirá con cinismo que su arriesgada y tensa profesión puede ser enormemente lucrativa trabajando para distintos dueños y sin ser demasiado estricto con su ideología. La transición del idealismo rabioso al pragmático mercenariado no precisa de tormentos internos. Assayas no permite que te distraigas de la historia de este hombre tan turbio, imprevisible, atrevido y feroz, ni de la convulsiva época que le engendró.
Babelia
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