Innecesaria confusión
La película La fuga viene precedida por impresionantes recaudaciones en Argentina, donde ha sido vista por cientos de miles de espectadores. Su director, Eduardo Mignogna, es un cineasta y escritor que goza de crédito -suya es la estupenda Sol de otoño; también la menos lograda El faro del sur-, sus actores suelen rayar siempre en lo más alto. ¿Qué es, entonces, lo que no funciona de este relato carcelario, basado en un escrito del propio Mignogna, trufado de referencias irónicas, pero también de tragedia y de hábiles pinceladas políticas?
En primer lugar, su forma narrativa: contada desde la pluralidad de personajes y situaciones, orígenes sociales y vitales diferentes, Mignogna pretende hacer una suerte de caleidoscopio, con constantes saltos temporales que, más que agilizar, dinamitan la tensión y el interés por cada historia, porque no siempre están bien resueltos y, en ocasiones, la parquedad de la anécdota a la que sirven se antoja portadora de información insuficiente.
LA FUGA
Director: Eduardo Mignogna. Intérpretes: Miguel Ángel Solá, Ricardo Darín, Alberto Jiménez, Norma Aleandro. Género: drama histórico. Argentina-España, 2001. Duración: 117 minutos.
Y en segundo, porque ni todas las historias tienen el mismo interés, ni la reflexión final, esa suerte de resignación ante un destino que parece previamente escrito -aunque en algún caso se abre una pequeña puerta para el cambio-, resulta compartible. Añádase a ello un tratamiento estiradamente académico y se tendrá como resultado una película insatisfactoria, con puntuales momentos de interés y algunas interpretaciones sobresalientes: atención a la de Alberto Jiménez, el padre progre de El Bola, que parece ya llamado a trabajos de mucha más enjundia.
Babelia
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