'Infiltrados' contra 'Infernal affairs'
Las difíciles relaciones entre Martin Scorsese y su inspiración oriental
En muchas quinielas se apunta la posibilidad de que Infiltrados reporte a Martin Scorsese su primer Oscar como director, pero no son pocos quienes lamentan que este reconocimiento académico no haya venido antes. En concreto, con las películas que le habían acreditado como clásico contemporáneo y no como enérgico artífice de un apreciable, si bien discutible, remake. O sea, Infiltrados. Para algunos, lo que resulta más doloroso del triunfo crítico y comercial de Infiltrados es que se haya hablado tan poco de su fuente de inspiración: la película Infernal affairs (2002), de Alan Mak y Andrew Lau, que recaudó cerca de 50 millones de dólares en Hong Kong y dio pie a dos secuelas. Se estrenaron en 2003, con una ambición conceptual que acercaba el conjunto a la trilogía de Coppola en El Padrino (1972-74-90).
'Infernal affairs' se estrenó en un momento de crisis dentro de la industria hongkonesa
Profundamente cinéfilo, siempre dispuesto a desvelar sus fuentes de inspiración, Scorsese no ha invertido un esfuerzo excesivo en lograr que el público occidental descubra Infernal affairs aunque el descubrimiento puede resultar sencillo: se está emitiendo en Canal +. La película de Lau y Mak tarda en ser mencionada en los créditos finales de Infiltrados. Aparece 35 pantallas de rótulos después de que el nombre del guionista William Monahan haya ocupado un lugar de honor. A Scorsese parece incomodarle menos que la crítica especializada identifique ecos de Scarface, el terror del hampa (1932), de Howard Hawks, o El tercer hombre (1949), de Carol Reed, en Infiltrados que espolear un juego de similitudes y diferencias entre su adaptación y el original.
Infernal affairs se estrenó en un momento de crisis dentro de la industria cinematográfica hongkonesa, cuyo volumen de producción había descendido de los 100 a los 80 títulos en tan sólo un año. El cine de acción de Hong Kong, que había exportado talentos como los de John Woo, Ringo Lam, Tsui Hark y Ronny Yu, había sido víctima de su propio éxito. Sus películas batían en la taquilla local a las superproducciones americanas y buena parte de sus títulos resultaban rentables antes incluso de que se iniciara su rodaje, debido a su eficaz estrategia de preventa en el resto de mercados asiáticos.
La preventa de una película a Taiwan podía llegar a aportar dos tercios del coste total del proyecto. La bonanza económica y creativa de los ochenta declinó en autoindulgencia y reiteración de fórmulas en los noventa. La taquilla se resintió. En ese contexto, Andrew Lau, antiguo director de fotografía de Wong Kar Wai, y Alan Mak, ex ayudante de dirección, perpetraron un plan perfecto: una película con la mirada puesta en el mercado que se olvidaba de la pirotécnica tradición local para abrazar la inspiración de títulos como Seven (1995), de David Fincher, y, muy especialmente, Heat (1995), de Michael Mann.
Infernal affairs no es tanto una película de autor como una precisa operación de marketing que no subestima la inteligencia del espectador. Su reparto sigue al pie de la letra las leyes del star system, con dos estrellas jóvenes (Tony Leung y Andy Lau) y los veteranos Anthony Wong y Eric Tsang como sus respectivas figuras paternas. Alan Mak reescribió su guión para introducir con calzador a las dos actrices emergentes del momento, Sammi Cheng y Kelly Chen. La película tocó la fibra del gran público privilegiando trama, atmósfera y diseño frente a las habituales escenas de acción del cine hongkonés. Los temas de la identidad, el simulacro y la ambigüedad moral de la historia conectaron con la sensibilidad de un país abocado a un futuro político cargado de ansiedades e incógnitas.
Infiltrados marca las distancias con el original desde su hipertrófico metraje: 151 minutos ante los concisos 97 del original. Los primeros 10 minutos de la película -con Jack Nicholson desgranando el credo mafioso de Frank Costello- anuncian un resultado capaz de medirse con Uno de los nuestros (1990) o Casino (1995), pero la promesa se incumple pronto. Infiltrados acaba siendo una versión hinchada de Infernal affairs, en la que Nicholson se desmanda, los dos personajes femeninos se funden en la figura de la psiquiatra y el desenlace esquiva la perturbadora amoralidad del original. Quizá porque, en la figura de ese mafioso infiltrado que decide ser policía, el cineasta intuyó una premonición de sí mismo: alguien que iba a triunfar guardando unos cuantos esqueletos (cinéfilos) en el armario.
Babelia
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