Hombre y dibujo
Desde que, en 1941, la Disney iniciara con El dragón chiflado la mezcla de cine de animación y de acción real en los largometrajes, la técnica ha evolucionado tanto que el tratamiento del volumen animado ha llegado poco menos que a la perfección. Así al menos resulta en Hop, último eslabón de películas como Los tres caballeros, Mary Poppins o ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, en la que personajes de carne y hueso y dibus diversos conviven en un único plano. Eso sí, una cosa es la perfección técnica y otra la calidad de la narración, y ahí Hop poco tiene que aportar.
Al revés que buena parte del mejor cine de animación actual, que intenta igualar los chistes por arriba y no por abajo, la película decide centrarse en el tono de la inmensa mayoría de las comedias familiares, ese subgénero que trata al niño como niño y al adulto... como niño. Algo que, paradójicamente, esta vez encaja con la personalidad de su personaje principal: una vez más (y van unas cuantas este mes), el protagonista es un eterno aspirante a adulto que se niega a tomar decisiones acordes con su edad (cerca de los 30), a pesar del empeño de sus padres por largarlo de una vez por todas del hogar. Al menos Tim Hill, director del evento, y con experiencia en el tratamiento unitario de animación y acción real tras la olvidable Alvin y las ardillas, dota al conjunto de buen ritmo, lo que unido al extraordinario tratamiento digital de las imágenes confiere a la película un cierto fuste formal.
HOP
Dirección: Tim Hill.
Intérpretes: James Marsden y las voces de Russell Brand, Hank Azaria y Hugh Laurie.
Género: comedia familiar. EE UU, 2011.
Duración: 95 minutos.
El público no se enganchará con un conejo que quiere tocar la batería
Pero el problema mayor con Hop podría ser finalmente de concepto. Centrada en el universo de los conejos de Pascua (¿otra figura anglosajona con peligro de introducción en las sociedades ajenas al mito?), y con demasiadas concomitancias formales con Charlie y la fábrica de chocolate, la película se queda en medio de ninguna parte.
Es posible que a los espectadores más pequeños un protagonista treintañero que no quiere independizarse se la traiga al pairo, y la parte adulta de la platea difícilmente se dejará encandilar por un conejito que ansía tocar la batería.
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