Greenaway pinta otro cuadro estático
La obra de Rembrandt inspira la última película del cineasta, 'Nightwatching'
Rembrandt y Caravaggio crearon un género negro. Sus telas eran oscuras, y de ellas brotaban dramáticas formas de luz. El cuadro más célebre de Rembrandt, La ronda nocturna, contiene muchas rarezas (figuras inexplicables, gestos absurdos, símbolos misteriosos) y esconde, se supone, algún tipo de mensaje en clave. El claroscuro barroco y un supuesto asesinato desvelado por la tela componen el intrigante punto de partida de Nightwatching, el filme de Peter Greenaway que concursa en la Mostra de Venecia. El punto de llegada resulta más discutible.
Nightwatching es una película de factura estrictamente teatral, con unos pocos decorados y movimientos propios del escenario. La cámara tiende a adaptarse también al punto de vista de un espectador de platea, una opción favorecida por la iluminación al estilo de Rembrandt, con focos situados por debajo de los personajes. Todo es ampuloso, barroco, afectado. Como producto cinematográfico, Nightwatching se mueve con la soltura de un acorazado en un bidé.
'El silencio antes de Bach', de Portabella, es una inteligente reflexión sobre la música
Se trata de una obra muy de Greenaway. A la habitual calidad pictórica de las imágenes del cineasta galés (recuérdese El contrato del dibujante o El cocinero, el ladrón...) se une esta vez la decisión de desarrollar el relato como una serie de cuadros. Cada fotograma aspira a contener el equilibrio armónico de un óleo flamenco del XVII. Esa apuesta estética, teóricamente coherente, añade lastre a un estilo, el de Greena-way, que no se caracteriza por el dinamismo.
Las características de Nightwatching se vieron acentuadas por la comparación con El detective loco, la otra película proyectada ayer dentro del concurso. El detective loco, de Johnnie To y Wai Ka Fai, dos vigas maestras de la peculiar industria cinematográfica de Hong Kong, fue incluida en el programa como "película sorpresa", y ofreció lo que se podía esperar: ritmo, imaginación, ironía y disparos en abundancia.
Frente a la escasez de ideas de Hollywood, que vive en gran medida del reciclaje de productos antiguos o ajenos, Hong Kong nada en la abundancia. La absorción del ilimitado universo manga y la falta de prejuicios proporcionan a gente como To y Fai una agradable frescura.
Sinopsis del argumento: un policía con la capacidad de ver la personalidad oculta de otras personas enloquece, se corta una oreja, es despedido y, tras meses de desempleo, acepta cooperar en la investigación de una serie de crímenes. Enseguida descubre que el malvado es un policía con siete "demonios" en su interior. El lector puede hacerse una idea de las dificultades prácticas afrontadas por la pareja de directores. Cuando el malo sube a un coche, por ejemplo, hay que meter también en él a los siete actores que encarnan a los demonios.
El detective loco tiene un desarrollo irregular. A los problemas prácticos representados por la comitiva de personalidades ocultas se unen los altibajos del guión y un cierto desaliño en la dirección. La historia se embrolla hasta hacerse incomprensible, serpentea entre homenajes a películas célebres (el desenlace, un tiroteo con espejos de por medio, reproduce La dama de Shanghai) y desemboca en un final sorprendente y gracioso. El guión pertenece a la escuela que dio recientemente la exitosa Infernal affaires, reciclada como Infiltrados por Martin Scorsese. No sería extraño que Hollywood acabara echando mano también del detective esquizofrénico y visionario.
Fuera de concurso se proyectó El silencio antes de Bach, de Pere Portabella, una inteligente reflexión sobre la música. A sus 80 años, el cineasta catalán se mantiene en forma y sigue apostando por un cine de vanguardia sobrio, elegante y exento de oropeles superfluos. El silencio antes de Bach, interpretada por músicos y desarrollada de forma no lineal y, sin embargo, muy lógica, será proyectada en el MOMA de Nueva York, pero carece por el momento de distribución en Europa.
Babelia
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