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Crítica:ESTRENOS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Belleza abrumadora

Basada en un best seller de la estadounidense Tracy Chevalier, realizada por el más insólito de los directores posibles, el documentalista británico Peter Webber -un especialista en temas duros y actuales-, y protagonizada por la actriz de moda, Scarlett Johansson -se la puede ver estos días en Lost in translation-,

es una peripecia un tanto previsible, tan hermosamente fotografiada por el gran operador portugués Eduardo Serra como puntillosamente recreada en sus escenarios por uno de los mejores diseñadores de producción europeos, el holandés Ben van Os; tan implacable, abrumadoramente bella que, tras contemplarla, se tiene la tentación de perdonar cualquier debilidad.

Centrada en una relación inclasificable en la que se mezclan las diferencias de clase, de educación, de cultura y de religión, y que protagonizan una criada (Johansson) y su señor, el pintor Vermeer (Colin Firth), sus imágenes proponen una apasionante analogía entre la recreación del referente histórico y la propia pintura de interiores, ese peculiar género del arte representativo de los Países Bajos, en el que Vermeer obtuvo tal vez sus mejores logros. Ahí está justamente lo mejor de un filme que, además, sitúa socialmente la profesión de pintor en la burguesa Holanda de los gremios, que retrata con exquisito rigor la cotidianidad de una familia pudiente, pero dependiente de las aptitudes del

LA JOVEN DE LA PERLA

Dirección: Peter Webber. Intérpretes: Colin Firth, Scarlett Johansson, Tom Wilkinson, Judy Parfitt, Cillian Murphy, Essie Davis, Alakina Mann. Género: drama histórico, Reino Unido-Luxemburgo, 2003. Duración: 95 minutos.

Más información
"He pasado horas y horas delante del cuadro de Vermeer"

El pintor y la modelo

Lo demás, es decir, la propia relación entre el pintor y su involuntaria, hermosa modelo, adolece justamente de esa previsibilidad ya apuntada, si no de algo peor: se diría que tal vínculo existe por imperativo narrativo, de la novelista o del director, pero no parece posible que las potencialidades de la muchacha para interpretar la compleja relación entre Vermeer y su arte se hubiesen dado así en una chica de pueblo y de aquella época.

Es un detalle que en todo caso no empaña el goce estético de ver por fin reproducida en una pantalla la gran escuela de interiores de la pintura europea del siglo XVII. Es como ir a un museo, como contemplar una exposición, pero con la ventaja adicional de la imagen en movimiento. Algún purista podrá argumentar contra la debilidad narrativa de la propuesta. Sin embargo, la película es sencilla, imperturbablemente hermosa. No es poco.

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