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Las fiestas musulmanas y el calendario laboral

La fiesta musulmana del Cordero, celebrada hace poco en Manlleu, ha sido un acontecimiento de gran relevancia, tanto por su carácter público como por la cantidad de personas que participaron (más de 1.200), que se dieron cita en un día laborable. No hace falta ser muy perspicaz para establecer una primera hipótesis: el próximo año será mucho más numerosa. Un destacado representante de ese colectivo, Mohamed Azuzi, declaró posteriormente: "Los musulmanes sólo tenemos dos grandes celebraciones en el calendario islámico: el día del Sacrificio y el fin del Ramadán. Por tanto, no sería difícil incluirlas en el calendario laboral". No tardó en tomar la palabra un dirigente empresarial de la comarca de Osona quien, grosso modo, afirmó que a quienes no les guste el calendario laboral español deben hacer las maletas e irse a su país o bien buscarse una empresa que no trabaje esos días: una tosca propuesta, aunque desgraciadamente puede tener un amplio apoyo.

Cierto, no son fáciles las salidas, pero es necesario pensar a fondo las cosas, pues con toda probabilidad dichos aspectos del culto musulmán se repetirán, probablemente con mayor seguimiento, en tiempos venideros. Y no es fácil porque, entre otras cosas, no es posible que cada subjetividad religiosa o cultural disponga de su particular calendario laboral. Sin embargo, hay salidas a este reto. Siempre y cuando se produzcan, como mínimo, dos elementos: a) una generalización de los horarios flexibles y b) una concepción laica del calendario laboral. Pero antes de entrar a fondo en el asunto, considero necesario recordar que las relaciones laborales españolas, aunque con ciertas interferencias, han avanzado no poco en su caracterización laica. Dos ejemplos: ya no queda vestigio alguno del descanso-oración de la hora del Ángelus, ni de las fiestas del patrón del gremio, y la puesta en funcionamiento de los terceros turnos en la industria acabó con no trabajar el día sagrado del domingo; no obstante, se mantienen las interferencias del Concordato entre el Estado español y el Estado Vaticano en determinadas fiestas religiosas españolas; de ello se hablará más adelante.

Volviendo al fondo de la cuestión: un calendario laboral unitario -es decir, en el que las diversas subjetividades religiosas y culturales encuentren un razonable acomodo- es posible hoy, dado que la lógica del trabajo ya no es fordista y también porque la innovación tecnológica permite una gestión flexible del tiempo. Más todavía, desde dicha flexibilidad pactada, se pueden establecer reglas compositivas de los distintos intereses de unas y otras subjetividades: piénsese, por ejemplo, en la cuestión relativa a las discriminaciones indirectas por razón de sexo en la negociación colectiva. En resumidas cuentas, desde esa nueva manera de razonar se garantiza: a) el menor conflicto posible entre unos y otros colectivos de trabajadores entre sí, y b) entre ellos y el dador de trabajo. La lógica es, pues, laica. Lo que no impide que cada cual dé a su tiempo libre el significado religioso o cultural que estime pertinente.

Ahora bien, como se decía anteriormente, nuestro sistema de relaciones laborales tiene algunas interferencias religiosas cuyo origen se encuentra en el Concordato con el Vaticano: se trata de una anomalía en los países de la Unión Europea. Dicho protocolo debe ser archivado a la mayor brevedad posible pues, en los tiempos que corren, no tiene el menor sentido. Por otra parte, tales festividades podrían ser celebradas por quienes lo quisieran en el marco de la flexibilidad horaria que se ha indicado más arriba.

José Luis López Bulla fue secretario general de Comisiones Obreras de Cataluña desde 1976 hasta 1995.

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