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LA HUELGA DE LOS CONTROLADORES

"El daño ya está hecho"

Los pasajeros destilan rabia al ver cómo los controladores destrozan sus planes

"Viena era el viaje de mis sueños. Pero he visto cosas peores: a un niño llorar porque perdió su viaje a Eurodisney y a una mujer que no podía ir al entierro de su suegra. ¿Qué se creen, que pueden jugar con todo el mundo?". Isabel Molina, de 52 años, empleada de automoción, se plantó estupefacta al mediodía ante una de las pantallas de la salida de vuelos en El Prat viendo para ver que el que iba a Viena, el suyo, el de las 11.00 horas, ya no aparecía. Vacaciones esfumadas, puente reventado, viaje evaporado. "Yo quería ir ahora, no en Navidad. El daño ya está hecho", clamó. "Pondría a los controladores a trabajar en una fábrica en turno de ocho horas. Lo que hacemos los mileuristas. Pero, claro, ese problema no lo tienen".

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La historia de Isabel es una de las miles que se amontonaron en El Prat. Y hubo tantas como la imaginación puede recrear. Desde la joven de Costa Rica que no llegaba a su boda hasta las peripecias de tres empleados de una empresa de artes gráficas que buscaban desesperadamente llegar el lunes a Bombay -¿vía Zúrich yendo en tren hasta Suiza? ¿Y en coche hasta Lyón?- tras cancelarse su vuelo. O el caso de Manoli Castellón, que iba a Almería, llegó a facturar las maletas y llevaba tres horas haciendo cola para reclamar. "Esto está muy mal montado. No hay ni sillas. E igual me hacen venir mañana, un día después, como me pasó con la nube", dijo recordando el gigantesco episodio de cancelación de vuelos por el volcán islandés.

Paco, que renunció a pasar el puente en Galicia, pontificó: "En el cielo manda Dios y después, los controladores". Y razón no le faltaba: de 656 vuelos previstos, de entrada y salida, solo volaron 50 (hasta las 21.00 horas). Y se preveían 30 más hasta medianoche. Es decir, el espacio aéreo se abrió a las 16.00 horas pero la recuperación fue tan lenta que la inmensa mayoría de los 100.000 afectados se quedó en tierra. El caos fue colosal. Todo apuntaba a que los controladores de El Prat se desmarcarían. No fue así: las maletas se facturaron pero en el centro de control de Gavà, siete de los 43 controladores que fueron a trabajar se sintieron indispuestos. Y no sirvió de nada que cuatro de los 13 de la torre quisieran trabajar. Total: antes de las 9.00 se habían anulado 156 vuelos. Y a las 13.00 horas, 211.

La escena fue curiosa: los mostradores de facturación estaban vacíos y los pasajeros cambiaron su tarjeta de embarque por hojas de reclamación blancas y rosas en los puestos de información de las compañías. Las colas se mezclaban entre sí y eran kilométricas. No se podía dar ni un paso. Peor que el metro en hora punta. Imposible mover los carros. "Esto estaba cantado. El Gobierno tenía que haber previsto un plan B", se quejaba una pasajera, que se fue después de que Iberia y Vueling cancelaran sus vuelos. La indignación era mayúscula, pero no se oía ni una mosca. Ni el menor síntoma de rebelión. A lo sumo, algún insulto aislado. "Esto es impresentable. Los controladores han fastidiado a trabajadores, a gente como nosotros", se quejó un empleado de Iberia que atendía reclamaciones. Entre ellas, la de una anciana milanesa que tenía que ir a Mahón y ya no sabía si mantener la vuelta el miércoles o que le dieran el dinero y quedarse en Barcelona.

El cielo se reabrió a las 16.00 horas y el primer avión partió a Zúrich y el segundo, a Oporto. Curiosamente, las compañías españolas optaron mayoritariamente por no volar y sí las extranjeras. "Yo pensaba que no pero, mira, con mi compañía de guachifu nos vamos a El Cairo", contó Maria Bueno, junto al mostrador de Egipt Air Line. No lejos, Gloria Celis, con el vuelo de las 17.00 a Menorca, miraba sorprendida ese contraste desde su cola de Air Europa. Solo Inma, de Zaragoza, con un amigo controlador, que volaba junto a su hija Beatriz a Suiza, se mostró comprensiva con el paro: "Tienen derecho a reivindicar sus intereses, pero no así".

Según avanzó el día, la rabia se adueñó sobre todo de los viajeros con billetes transoceánicos. Avianca canceló su vuelo a Bogotá y ofrecía a los viajeros, que habían pagado 1.200 euros, salir el día 14, 15 o 16. La otra alternativa era mañana en business por 1.500 euros más. "¡Queremos volar!", gritaron enojados en la que fue una de las mayores protestas. Iberia hizo algo parecido: ofrecía ir a Córdoba la semana que viene -un médico optó por comprarse otro billete en Aerolíneas Argentinas- o trasladar el Barcelona-Lima al martes y volver el 4 en vez del 9 de enero. "¿Cómo te pueden cambiar así la vida? ¿Y la indemnización?", se preguntaba Verónica Leguía. El problema no se acababa ahí. Los hoteles próximos agotaron sus plazas como el Tryp Barcelona y el Renaissance. CiU y PSC dieron su apoyo al Gobierno en esta crisis. La fiscalía ha abierto diligencias penales.

Pasajeros ayer haciendo cola en una terminal en el Aeropuerto de El Prat.
Pasajeros ayer haciendo cola en una terminal en el Aeropuerto de El Prat.GIANLUCA BATTISTA

Jornada caótica en El Prat

- Unas 3.000 personas abarrotaron ayer por la mañana la T-1 de El Prat.

- Alrededor de 100.000 pasajeros se vieron afectados por la huelga.

- De los 656 vuelos previstos, hasta las 21.00 horas partieron 50.

- A las 16.00 horas se abrió el tráfico aéreo y los aterrizajes y despegues volvieron gradualmente.

- En el turno de las tres, y tras decretarse el estado de alarma, los 13 controladores de la torre de El Prat y los 30 de Gavà volvieron a sus puestos de trabajo.

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