Barcelona 'revive' sus tres peores días
Una reproducción de un refugio explica la masacre de los bombardeos de 1938
La hoja del viejo diario que pisan los usuarios del vestíbulo de la estación de Universitat del metro de Barcelona está llena de esquelas. Bajo el nombre del primer difunto, una frase: "Ha fallecido el día 18 del actual, víctima del bombardeo". Si el apresurado usuario se fija bien, verá que todos los muertos de esa página lo son por el mismo motivo. La impactante hoja, del 22 de marzo de 1938, forma parte del atrezzo de la exposición Refugi. Quan el refugi és el subsòl, en la que se reproduce un refugio antiaéreo como los que, ahora hace 70 años, lograron que los peores bombardeos que vivió la ciudad, del 16 al 18 de marzo de 1938, se saldaran con sólo 670 muertos y 1.200 heridos, un 25% de todas las víctimas por bombardeos que hubo en la capital catalana durante la Guerra Civil.
La muestra recoge los nombres de las víctimas en toda Cataluña
Apenas tres semanas, hasta el 6 de abril, dejan los organizadores -la Dirección General de Memoria Democrática, Transports Metropolitans de Barcelona y Ferrocarrils de la Generalitat- para contemplar la muestra. Su visita bien vale pagar el billete aunque no se vaya a coger el metro. Una semibóveda con sus típicos ladrillos blancos acoge un andén en el que media docena de maniquís -gente mayor, niños y mujeres, los que fueron sus usuarios- aguantan sentados estoicamente los bombardeos en el exterior que recrean unas sirenas y el subir y bajar de la luz amarillenta.
Mantas, maletas, cazos, fiambreras y sacos protectores crean una atmósfera triste. Dramáticos carteles de la época la acrecientan. "Telefoneu al servei permanent d'ambulàncies del Consell de Sanitat : 80101 / 70600"; "Algunes maneres d'apuntalament i protecció en cas de bombardeig", "Assassins!!", reza un tercero, donde una mujer acurruca a su hijo mientras cae una bomba. Tres pantallas reproducen imágenes de la época que ilustran los sufrimientos de una población que, aunque hambrienta y desmoralizada ante un acto de guerra inédito hasta entonces contra una gran urbe, aún pudo construir en Cataluña 2.200 refugios (1.300 sólo en Barcelona) en dos años.
Las imágenes que Laya Films, del Comissariat de Propaganda de la Generalitat, tenía de los refugios ha servido a los comisarios, los historiadores Judit Pujadó y Xavier Domènech, para recrear el ambiente. "Todo es bastante como lo recuerdo, excepto que había muchísima más gente", evocaba Emili Pubill, presente en el acto que inauguró el consejero Joan Saura y que con siete años fue usuario del refugio de la estación de Arc de Triomf. "Fue al segundo dia que mi madre y mi abuela decidieron bajar los colchones y que mis hermanos y ellas pasáramos los días ahí; eran bombardeos muy seguidos y cuando oías las sirenas ya no tenías tiempo de llegar al refugio". Sí, los ataques eran cada 180 minutos. Y así, 41 horas. ¿Y las necesidades básicas? "No recuerdo tener hambre: creo que mi madre salía y traía cosas en la fiambrera; miccionar y eso lo debíamos hacer en la vía".
El fuerte hedor y la vigilancia a las ratas eran otros de los aspectos que algunos asistentes echaban de menos ayer en una reconstrucción que tiene dos de sus mejores espacios en sus extremos. En uno, grandes cifras rojas dan la magnitud de la tragedia barcelonesa: 76 edificios destruidos, 273 afectados, 192 bombas caídas... En el otro, los nombres del horror: bajo fotos de aviones lanzando bombas, el listado (alfabético y por ciudades) de los fallecidos en los 140 municipios catalanes bombardeados y de las víctimas de esos días en Barcelona, donde está el de la madre de los escritores Goytisolo, Julia Gay, si bien mal escrito. Ignominia entre la barbarie: 27 mujeres y 48 hombres muertos sin identificar en la capital; 39 niños de Figueres igual... pero víctimas de 1939, a poco del fin de la guerra. En Cataluña fallecieron bajo las bombas 4.736 personas, el 70% de las muertes de toda la España republicana por ese motivo.
La muestra, que abre los actos conmemorativos de los bombardeos contra Cataluña, acaba con un segundo andén, éste moderno, donde se relacionan ciudades atacadas después, junto a poemas, cuentos y declaraciones internacionales: el certificado de que en 1938 el hombre se inventó otro tipo de terror y que desde entonces eso va por barrios.
'Docuficción' y 3-D para llevar el drama al cine
"En tres días no nos quitamos ni los calzoncillos; tirábamos incluso antes de verles", reconoce hoy el oficial artillero de la República Francisco Folch, destinado a la batería antiaérea de Montjuïc. "Había muy pocas piezas que pudieran defender bien Barcelona; su eficacia era más propagandística de cara a la población que eficaz contra los aviones enemigos", admite el historiador Gabriel Cardona. Ambos testimonios, entre otros, aparecen en Mirant al cel, la aportación que el cineasta Jesús Garay (Santander, 1949) hace como director y guionista a la memoria de los bombardeos sobre Barcelona, donde reside desde hace 33 años. Y lo hace mezclando el documental puro con la ficción. Esa última parte la construye a partir de una joven (Gabriela Flores) que investiga la vida de su abuelo (Manel Bronchud), artillero en la posición de la montaña del Carmel, soldado que mantendrá un diálogo imposible con un aviador italiano (Paolo Ferrari) que bombardeó la ciudad y ahora regresa como experto en la obra de Dante. "No he querido entrar en plan demagógico o en plan Ken Loach, pero sí puede verse lo lejos que queda esa Barcelona idealista de la posmoderna de hoy", admite quien arrancó hace cinco años este proyecto por azar, al tropezar con las ruinas de las defensas antiaéreas del Carmel mientras rodaba La Mari. La participación del Instituto Luce de Italia en la producción (junto con TV-3 y ETB) le ha permitido contar con las únicas tomas aéreas sobre los bombardeos, si bien tampoco ha dudado en añadir imágenes en tres dimensiones para hacer surcar los temibles Savoia S.79 por el cielo ante sus actores o añadir bombas sobre los tejados. El filme se estrena mañana en el Club Coliseum y después recalará en la Sala Alexandra.
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