El año de Johnny (¿pero de verdad será el último?)
El verdadero nombre del ciudadano europeo conocido como Johnny Hallyday es Jean-Phillipe Smet. En origen, su intención era ser actor y no cantante, pero en la década de los cincuenta el rock interesaba mucho en Francia y montó un grupo con su amigo Jacques Dutronc para amenizar bailes. Con lo que así ganaba, quería financiarse unos cursos de interpretación. Empezó debutando en Les Diaboliques de Clouzot en 1955 pero un productor de la discográfica Vogue se cruzó en ese momento en su camino y ahí empezó toda una carrera de rock-star a la francesa. Cuando volvió al cine, seis años más tarde, ya era muy famoso y, en D'où viens-tu Johnny (1961), se encontró convertido en cantante que lanzan a la pantalla al estilo Elvis.
Todo ello eclipsó al cinéfilo y actor culto, amigo de Delon y Brel, aficionado al cine italiano y admirador del género polar (la versión francesa del género negro) de Jean-Pierre Melville. Pero, entre gira y gira, mientras los años corrían, primero el viejo zorro de Jean-Luc Godard (Detective, 1984) y luego el irrepetible Patrice Leconte (L'Homme du train, 2002) vieron algo en él. Por tanto, cuando el director Johnny To vino el año pasado para ofrecerle el papel de un antiguo gánster de 66 años que le busca las cosquillas a la mafia de Hong-Kong porque ha asesinado a su hija, no le pilló desprevenido. Sabía cómo interiorizar ese murmullo típico que Clint Eastwood ha hecho marca de fábrica de los asesinos vengadores del celuloide. El resultado fue Vengeance (2009) que fue seleccionada oficialmente para el Festival de Cannes de este último año. Vengeance ha sido un pequeño acontecimiento en Francia este primer semestre del año y lo ha puesto en las portadas de las revistas más chic. No está mal para el ciudadano Smet. No está mal para alguien que no conoció a su padre porque le abandonó muy pequeño y, años más tarde, el también actor y cantante Serge Reggiani le explicó que su progenitor había sido un maestro de actores, que les daba clases de interpretación en Bruselas. Tras esta venganza cinematográfica, Johnny pone en marcha este año su última gira, la gira del adiós, que juega con su edad y el número de la mítica Route 66 y terminará en febrero de 2010 con un espectáculo por todo lo alto de varios días en el estadio Bercy. El director To, a la vista del revuelo que han montado, quiere sacar adelante con él un remake de El círculo rojo de Jean Pierre Melville (1970). No es una mala idea para rentabilizar a una leyenda. Una leyenda viviente que fue gran amigo de Jacques Brel de quien asegura que era el más rockero de todos en el plano cotidiano, amigo de todas las prostitutas de Francia, bebedor y juerguista incansable, capaz de dejarte en el hotel a las cinco de la mañana y volverte a buscar a las ocho y media para empezar un nuevo día. Johnny le llamaba el rocker lírico-dramático por su manera de entender las canciones y decía que nunca había visto a nadie transpirar tanto cuando las interpretaba, como un bluesman o un cantante de rock and roll. Quizá por eso a los rockers les gusta Brel y a los melódicos también les gusta Johnny. ¿A quién no le gusta Johnny? La marca del cowboy europeo.
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