La Venecia de los pintores viajeros
Una muestra reúne en Sevilla lo mejor del siglo XVIII de la ciudad italiana
A pesar de atravesar una profunda crisis política, económica y social, la Venecia del siglo XVIII supo vender su belleza por las cortes europeas y convertirse en blanco de todas las miradas gracias a unos embajadores muy especiales: sus pintores. Settecento veneziano. Del Barroco al Neoclasicismo, la muestra que se inauguró ayer en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, reúne 51 lienzos de los mejores artistas venecianos del siglo XVIII. Son óleos de Sebastiano Ricci, Gian Antonio Pellegrini, Jacopo Amigoni, Canaletto y Francesco Guardi, entre otros, un 70% de las cuales no había estado nunca en España. La exposición, que permanecerá abierta hasta el 13 de septiembre y se ha mostrado ya en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, está patrocinada por la Fundación Banco Santander.
Sebastiano Ricci, Francesco Guardi y Canaletto renovaron la escena pictórica
"La selección se ha realizado teniendo en cuenta dos condiciones: que las obras pertenezcan a colecciones o museos italianos y, en segundo lugar, que los pintores hubieran tenido relación con España", comentó ayer en Sevilla Annalisa Scarpa, comisaria de la muestra.
"Los pintores venecianos viajaron por Europa asimilando conocimientos, recibiendo encargos y dando a conocer a Venecia. A su vuelta renovaron las fórmulas pictóricas, los temas religiosos quedaron relegados y la ciudad surgió como la gran protagonista. Venecia en el siglo XVIII es como el fondo de una gran escenografía en el que la protagonista es la luz", asegura Scarpa para describir la pintura de veduta y el paisaje que constituyeron la mejor campaña de publicidad con la que puede soñar una ciudad.
La exposición, con obras de la colección Terruzzi y del Museo di Capodimonte, en Nápoles, entre otros, ofrece tres óleos de Luca Carlevarijs, uno de los padres de la pintura de veduta, y presenta, por primera vez juntos ya que vienen de distinta procedencia, tres vistas de la ciudad de Bernardo Bellotto, junto a otros tantos lienzos de Francesco Guardi y a dos de las minuciosas e irreales creaciones de Canaletto.
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