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Columna
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Me lo tiro

David Trueba

Hace tiempo que sabemos que Berto Romero era el nuevo chico en el bloque. Un cierto destello de inteligencia malévola dentro de una televisión que solo usa el ingenio para morder vísceras, en lugar de para corroer un poco el propio laboratorio humano que ha puesto en pie. Buenafuente ha decidido parar para volver con otro formato y en otro horario. No estamos sobrados de ese esfuerzo por levantar un programa con discurso y elaboración, así que su ausencia será un agujero negro. Aunque el programa ha estado cargado de ingeniosas maneras de despedirse durante estas semanas, con viajes en el tiempo y el espacio, necesitábamos de cara a las vacaciones algo que tuviera la contundencia significativa de una canción del verano. La canción del verano es en esencia algo eminentemente superficial, que logra pervivir durante toda una vida dentro de nosotros, aunque solo sea por ósmosis o como banda sonora adherida, porque casi todos olvidamos una cara, pero casi ninguno olvidamos un verano.

La música en la televisión ha evolucionado tanto en los últimos años que un estudio sereno nos llevaría a varias conclusiones. El secreto de las cantantes reside en su colección de bañadores y para sonar afinado al gusto de los programadores salen más rentables las horas de gimnasio que las de clases de canto. Berto y los BorderBoys con su temazo Me lo tiro han logrado extraer la esencia de las bandas de chicos que toda adolescencia necesita meterse en vena con la djproducción triunfante del francés David Guetta.

La canción de Berto es un poema amoroso en los tiempos de la dominación sexual. Todo tiene que penetrarse, que poseerse, vivimos en una sobreactuada pose sexual, precoz, superficial y llena de posturas pseudoporno prestadas para adornar una actitud. Por eso un tipo que decide tirarse las cosas favoritas de su chica, desde la crema exfoliante a las velas perfumadas, del póster de Amelie al actor Quim Gutiérrez, es la más refrescante gilipollez para estas fechas. Nabokov sostenía que la sátira esconde una lección, pero la parodia es un juego. Me la tiro es el juego de billar eréctil, un bromazo para sacudirnos un poco la radiofórmula que llevamos encima.

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