Realismo
El Rey se enfrentaba esta Nochebuena a un discurso incómodo, que había levantado expectativas. Si casi siempre la comparecencia ocupaba un lugar ritual y previsible, este año contenía elementos estéticos y morales que despertaban curiosidad. El Rey, que este año ha pasado casi por tantas visitas clínicas como recepciones oficiales, encaraba el parlamento anual bajo la lupa de un país que está para poca pompa y cuya circunstancia no debería permitir que nadie se escapara de ese verdadero ejercicio de patriotismo que consiste no ya solo en no robar del erario público, sino en pagar a Hacienda con puntillosa rectitud.
En el discurso menos lleno de orgullo y satisfacción que se le recuerda, se produjo una simetría interesante: la correspondencia entre el nacimiento con la Virgen y San José protegiendo al niño Jesús y en el lado opuesto la foto de Su Majestad con Rajoy y Zapatero flanqueándolo. La sustitución de la foto de familia por este retrato tan institucional daba idea de la trascendencia con que se tomaba el discurso, y quizá ese era ya un acierto en sí. Las instituciones velan unas por las otras y si alguno cree que está por encima del vendaval sobrevalora la fortaleza de su mástil. La evidente referencia a su yerno, no ocultaba que España tiene para elegir corruptos en cada esquina, y que el propio partido en el Gobierno, alzado por una contundente victoria electoral, presenta un rastro pestilente en varias de sus comunidades bandera. La evidencia de que todos tienen que pagar como iguales ante la ley es un emplazamiento para los fiscales anticorrupción, pero también para quienes manejan las amnistías institucionales con un capricho que en la calle no es entendido del todo.
El otro estudiado gesto fue descruzar la pierna izquierda para dejar paso a la derecha, cuando recordó que nos esperan sacrificios y cambios sociales. Esa corrección de postura es la misma que ha hecho el electorado, buscando un mejor acomodo y seguramente los menores sacrificios posibles. Era algo temido desde que anunció al comienzo de la comparecencia que su discurso de Nochebuena se inclinaría hacia la sinceridad y el realismo. Tendría gracia que la realeza, asentada sobre la fantasía y el ensueño, termine siendo una institución realista.
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