'Baraka'
Son coincidencias, claro. Pero hay también baraka, esa fortuna que, dicen, sonríe a ciertos gobernantes. ¿Recuerdan el Mundial de 1982? Aquella cita, con España como anfitriona y con Naranjito como maestro de ceremonias, fue un fracaso estrepitoso de la selección. En las elecciones celebradas pocos meses después, el Gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo, que jamás tuvo baraka, sufrió una derrota abrumadora. La propia UCD desapareció y pasó a la historia.
Al cabo de dos años, en 1984, España llegó a la final de la Eurocopa. Perdió, con aquel fallo de Arconada, pero fue subcampeona. Como la selección de baloncesto, que en ese mismo año ganó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. A Felipe González le sonreía la baraka. Gracias a los éxitos deportivos, los españoles empezaron a pensar que, en efecto, algo había cambiado a mejor. La sensación dominante era optimista. Los GAL asesinaban por entonces, y quien no callaba, elogiaba a los escuadrones de la muerte (reléanse los artículos de Pedro J. Ramírez). Curiosa época.
La baraka de González se apagó en 1992. No por los Juegos Olímpicos de Barcelona, que salieron bien. No: el símbolo del fin fue la carabela de Sevilla, botada y hundida, glugluglu, en cuestión de minutos. Desde entonces, Felipe González no levantó cabeza.
Cabe sospechar que José Luís Rodríguez Zapatero recibe cada mañana la sonrisa de la baraka. Llegó al poder de forma atípica, en unas jornadas terribles, y gozó de una legislatura económicamente dulce, unida a las victorias de Nadal y Alonso. Cuando la economía se torció, la selección de baloncesto fue campeona del mundo. Ahora, en plena crisis, es el fútbol, el arma de euforización masiva, el que echa una mano: en el peor de los casos, España jugará por el tercer y cuarto puesto; es muy posible que llegue a la final de la Eurocopa. La carabela de Zapatero sigue a flote, al menos hasta septiembre.
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