Maria Vilardell, pianista y alma del Francesc Viñas
Convirtió el concurso de canto en uno de los más importantes del mundo
En la vida de Maria Vilardell Viñas, nieta del célebre tenor catalán Francesc Viñas (1863-1933), la familia y la música lo fueron todo. En 1967 asumió la presidencia del Concurso Internacional Francesc Viñas, que cuatro años antes había creado su padre, el doctor Jacint Vilardell, y lo convirtió en uno de los certámenes especializados en canto más importantes del mundo. El 23 de marzo murió en Barcelona, a los 88 años. Dejó instrucciones a sus hijos de que no se informara de su fallecimiento hasta después de su entierro.
Maria Vilardell nació en Barcelona en 1922, y desde pequeña mostró una gran predisposición y sensibilidad para la música. Su madre a menudo acompañaba al piano a su abuelo, el tenor Viñas, cuando este les visitaba en su casa y desde niña iba al teatro del Liceo con él, que le explicaba los argumentos de las óperas como si fueran cuentos. Ella siempre consideró el Liceo como su casa, aunque su formación musical no fue la de cantante sino la de pianista. Su maestro fue Frank Marshall, alumno de Enrique Granados y maestro de la gran Alicia de Larrocha, con quien Vilardell completó su formación.
Desde su presentación en público como pianista, durante su adolescencia, ofreció conciertos en España y en el extranjero con las obras de los compositores clásicos, románticos y contemporáneos españoles como base de su repertorio. Su carrera como pianista, sin embargo, siempre estuvo subordinada a su condición de esposa y madre. Cuando su padre murió, en 1967, asumió la organización del concurso de canto que él había creado en 1963 en memoria de Francesc Viñas, uno de los pocos tenores wagnerianos españoles.
De trato afable, tenaz y generosa, Vilardell se convirtió en el alma de concurso y lo impulsó hasta convertirlo en uno de los más importantes del mundo en su especialidad. No fue una tarea fácil, porque no contaba con infraestructura ni una entidad musical que los sustentara como ocurre ahora que el teatro del Liceo ha asumido su organización. Ello no impidió que el concurso creciera en prestigio y contara siempre en el jurado con algunos de los mejores cantantes líricos del mundo gracias a la gran amistad que mantenía con ellos y la colaboración de uno de sus hijos, Miquel Lerín, agente de cantantes líricos.
En 1992 la Generalitat reconoció su labor al frente del concurso concediéndole la Creu de Sant Jordi, uno de los máximos galardones que otorga el Gobierno catalán, y ese mismo año asumió la presidencia de la asociación Amigos del Liceu, que reconoció su contribución al teatro concediéndole en 2010 la Medalla de Oro.
El funeral en su memoria se celebrará el 31 de marzo, en la iglesia de la Concepció de la capital catalana, a las 20.30.
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