Fallece Carlos Mendo, periodista fundador de PRISA y de EL PAÍS
Carlos Mendo fue un periodista de EL PAÍS. Murió ayer, a los 77 años, después de una larga enfermedad. Fue director de agencia, corresponsal, redactor, impulsor de ideas periodísticas, maestro. Gallego, ejerció de tal. Y fue siempre periodista de EL PAÍS, desde que este periódico era solo una idea. Cuando se constituyó PRISA, el grupo de accionistas que promovía el periódico, allí estaba Mendo, firmando la constitución de la empresa. Fue el 18 de enero de 1972. Con él estamparon su firma José Ortega Spottorno, Darío Valcárcel, Ramón Jordán de Urríes y Juan José de Carlos. Mendo figuraba ahí como consejero delegado y como previsible director de la publicación.
Era en pleno franquismo, y aquel periódico, que se presumía liberal, iniciaba su andadura buscando acuerdos y accionistas en distintos sectores de la sociedad política, cultural y económica de este país. Mendo fue un activo importante en esa gestión. Había estado también, como cuentan las historiadoras Mary Cruz Seoane y Susana Sueiro en su historia de PRISA, en el propio acto fundacional de la marca EL PAÍS. Él la inscribió, con Ortega Spottorno y con Darío Valcárcel, el 1 de agosto de 1971, y que el periódico se llamara EL PAÍS fue su idea; Ortega quería que el periódico resultante de la iniciativa se titulara El Imparcial o El Sol, que estaban en su patrimonio sentimental. Pero el veterano periodista Emilio Romero poseía ambas cabeceras. Y fue Mendo quien puso sobre la mesa la marca EL PAÍS.
La figura de Mendo fue fundamental entonces; no solo era el primer consejero delegado de la empresa que se proponía crear este diario para una época distinta de España, sino que figuraba en la constitución del grupo como director in pectore. Mendo tenía una importante vinculación personal, política y profesional, con Manuel Fraga Iribarne, amigo suyo, y participante, con otros, en la idea de que se lanzara EL PAÍS. Cuando Franco envía a Fraga de embajador en Londres, en 1973, Mendo acepta irse con él como responsable de Comunicación. Deja, por tanto, de ser consejero delegado. Dos años más tarde, en una junta de accionistas, renuncia también a la posibilidad de ser un día director del periódico que contribuyó a promover.
En esa época fue cuando Ortega Spottorno sondeó a Miguel Delibes, el escritor recientemente fallecido, director de El Norte de Castilla, para dirigir EL PAÍS. Delibes no quiso. La propuesta de que fuera Juan Luis Cebrián el primer director de EL PAÍS es la que finalmente prospera. Años más tarde Mendo diría que no haber sido director de EL PAÍS le supuso una herida; Seoane y Sueiro señalan en su libro que Mendo añadió que, en todo caso, el resultado de esta última decisión supuso un acierto para EL PAÍS.
Mendo regresó a esa historia del periódico con la energía de un muchacho, como corresponsal en Londres, en 1979. Había trabajado en la comunicación de bancos y de otras empresas; había sido director de la agencia Efe y responsable de la UPI (United Press International) en España; el periodismo de agencia era para él el lugar de un inigualable aprendizaje. Y ese regreso al periodismo y a EL PAÍS no le pudo ser más grato. Creía en el aprendizaje permanente de los periodistas, y consideraba que ser corresponsal es la síntesis de todos los trabajos que se pueden hacer en este oficio.
Así que desarrolló una importante labor en el destacamento que más quiso, el de los corresponsales, y además en un país que se conocía como la palma de la mano. De vuelta a España, ocho años más tarde, puso en marcha el Servicio Exterior de EL PAÍS, y en 1989, 10 años después de iniciar su aventura en Londres, se desplazó a Washington, a abrir la delegación de EL PAÍS en Estados Unidos. Fue allí un referente para los periodistas destacados en la capital norteamericana; como decía ayer la corresponsal de EL PAÍS en Buenos Aires, Soledad Gallego-Díaz, que conoció a Mendo en todas las etapas de su vida, el periodista que acaba de morir era también un punto de referencia para todos los que trabajamos con él. Todos conocíamos su leyenda, que era exactamente igual a la realidad de su invencible capacidad profesional.
Mendo puso en marcha, tres años más tarde, de nuevo en Madrid, EL PAÍS Internacional; ingresó en la SER, como polémico comentarista, insobornable defensor de las ideas conservadoras que mantuvo, como ha mantenido hasta ahora mismo su fidelidad amistosa con Fraga Iribarne. Esa relación le llevó a aceptar la candidatura (finalmente fracasada) al Parlamento Europeo por las filas del PP, al que representó, de todos modos, como vocal del Consejo de Administración de RTVE, elegido por el Congreso de los Diputados.
Esta última singladura política fue el escenario de una penúltima expresión de su íntima vinculación al proyecto que contribuyó a fundar. Cuando, a mediados de 1997, el Gobierno de Aznar acentuó su persecución (política, judicial y económica) contra el presidente de PRISA, Jesús de Polanco, y contra el consejero delegado, Juan Luis Cebrián, entre otros directivos del grupo, Mendo decidió desvincularse de ese puesto, y siguió escribiendo o hablando en distintos medios de PRISA.
No hubo en él desmayo profesional alguno; hasta en los momentos más difíciles de su vida (y tuvo varios dramas familiares, muy dolorosos), Mendo siguió mostrando con energía y con orgullo esa categoría profesional que desarrolló en artículos, crónicas, comentarios radiofónicos o televisivos; una categoría a la que añadía una bonhomía que le hizo siempre el compañero más leal, el más afectuoso, y muchas veces el más juvenil de todos nosotros.
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